El miedo en persona

Estaba sentada en el tocador de mi cuarto, sin apartar la vista de mis ojos cansados y en trance. Todo estaba en silencio, sólo se oía mi respiración pronunciada y una voz casi inaudible en el piso de abajo.
¿Pero es que ... lo entiende? Me ... dijo ella. Sí, ... con sus palabras que ... hablado con ... Miedo, ¿... sabe qué? En persona.
¿Con quién hablaba Helen? No podía razonar lo que le estaba contando a la persona al otro lado del teléfono, puesto que estaba ausente y no prestaba atención. Ahora mismo era mi menor prioridad. Había enloquecido; había imaginado verle, sentirle y oírle... Estaba siendo castigada por Dios, aunque para mí ya no existiese. ¿De verdad me lo merecía?
La única razón que veía racional ahora mismo era haber dejado que mamá se fuera, dejándome sola en este mundo egoísta y feroz. Sólo tenía a Helen, pero ella ya me había abandonado cuando oyó mis palabras y lo primeró en lo que pensó fue en la palabra locura. Una vez más, decidí enfrentarme a la realidad.
Me elevé sin pensarlo y salí de mi cuarto. Mi rostro estaba perdido y sucio, hoy no me había preocupado en aparecer orgullosa de mí misma. Ya no lo estaba. Bajé por las interminables escaleras lenta y sigilosamente, no quería sobresaltar a Helen. Entonces la vi; estaba sentada firme en el sofá. Me acerqué a ella hasta estar a su lado y no dije nada. Preferí esperar a oír sus palabras llenas de cariño y verdad.
Hayley, ¿qué está ocurriendo? Hace pocos días eras tan feliz, y ahora todo se quedó en ésto.
¿Quedarse en qué? No te entiendo y era cierto. No lograba entender esa voz tan desolada y cansada. Helen no era así, siempre sonreía y mostraba lo mejor de ella.
Tú eres mi luz al final del túnel palmeó el lado libre del sofá para indicarme que me sentara junto a ella. Me acerqué hacia ella y me senté, me puse cómoda y posé mi cabeza contra su hombro. Ella respondió cálidamente acariciando mi pelo con sus dedos, lo sabes, ¿no?
Sí, lo sé respondí sin mirarla a los ojos. De hecho, no hacía falta. Ella me conocía desde que había nacido, conocíamos nuestras miradas y conocíamos si decíamos una verdad o una mentira.
Helen no era muy mayor. Tan sólo tenía diecinueve años; trabajaba aquí porque no tenía familia. La hospedamos y más tarde decidió que quería hacer algo para merecer vivir aquí. Más que una sirvienta, era una más de la familia; y para mí, era como una hermana o, simplemente, una gran amiga.
Sé que no estás loca, Hayley.
¿Tú también lo ves? respondí rápidamente esperando un sí. Por fin alguien entendería todo por lo que estaba pasando durante estos días.
¿Ver el qué? preguntó dando a entender incredulidad.
A él, ¿a quién si no?
Hayley, ¿es que no caes en la cuenta de que esa persona que crees que es el Miedo no existe? Tu mente te está mintiendo, te estás mintiendo a ti misma.
¡No! ¡Estás mintiendo tú, Helen! sabía que no era su intención hacerme ese daño, pero de ese modo lo hizo aún más fuerte.
Mi única amiga, la única familia que tenía me había abandonado como el resto. De pronto, Helen se levantó dejándome sola en la habitación. Mientras se iba, pensé en la metáfora de todo ésto. Imaginaba que la acción de marcharse del cuarto era marcharse de mi vida, y que estar sola aquí significaba estar sola para siempre. Sentí Miedo, y no pude evitarlo.
Vaya... otra vez me encuentro contigo de nuevo oí esa voz tan grave. Y como siempre, no lograba ver nada. Yo sola en la oscuridad, y ese individuo que había destrozado mi vida.
¿Tanto le gusta su oficio, señor destrozador de vidas? fui clara y breve, y esperando una respuesta por parte del Miedo, me senté en el suelo.
Tanta cortesía me sorprende, señorita Scofield. Llámame solamente... Miedo entonó mejor la palabra Miedo para asegurarse de que la oyera.
¿Cómo sabes mi apellido? pregunté sin mucha sorpresa.
Demasiadas preguntas, ¿no crees? Bueno, digamos que... estás en la lista negra del Miedo. No me olvido de tu nombre la voz grave se rió durante unos instantes. No hablé—. Espero que esto de verte cada día no se haga costumbre, tengo más casos por resolver.
Espero que no pero ¿sabes?, creo que puedes dejar de visitarme. Era más feliz entonces.
Te creería, pero es difícil hacerlo viendo ésto no me había dado cuenta hasta que me lo dijo. Una lágrima estaba cayendo por mi rostro.
No estoy llorando intenté aclarar en un hilo de voz—...
Yo creo que sí. Pero eso no importa, importa que no seas feliz noté como un tacto extraño secaba mi lágrima—. De hecho, tengo una pequeña solución.
No hay solución para esta tristeza infinita.
Cogió mis manos, las juntó y dejó algo sobre ellas. Deducí que era un pequeño jarrón por su forma al palparlo.
Ahí está depositada tu primera lágrima. Si en un cierto tiempo no se completa, querrá decir que tu Miedo ha desaparecido, por lo que desapareceré de tu vida para siempre. No volverás a verme parecía sincero aunque lo que había dicho fuese algo dudoso de creer.
¿Cómo sé que es cierto? ¿Y qué cierto tiempo es ése? ¿Y de qué va todo esto? ¿Y...?
Lo sabrás cuando llegue el momento, Hayley. Hasta entonces, lo único que queda es esperar.
Noté que esa extraña sensación se estaba extinguiendo poco a poco. Por fin, comencé a respirar relajadamente. Entonces fue cuando supe que él ya se había ido.

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