"Ya no queda nada más por lo que luchar", susurra en un hilo de voz un emisor anónimo. Caen las lágrimas, son arrastradas hacia abajo por la tristeza y por el sentimiento de vacío. "No pudimos hacer nada más, lo siento", aclaran mientras la persona dice en su interior que mienten, que todo es mentira y que nadie se ha ido en este día de hoy.
Diez años después, intentas amontonar todas las fuerzas que te quedan todavía y te armas de valor para enfrentarte a la realidad. Caminas sin prisa hasta llegar a leer su nombre y sus dos días.
"¿Y ahora que me queda a mí?" piensa el ser humano, recordando absolutamente todo lo que hacía que esa persona fuera suya y le perteneciera.
Lo único que hizo fue ser alguien imperfecto. Y sólo la imperfección puede llegar a ser perfecta.
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