Palabras

—¡Joder, Cassie! ¿Por qué siempre tengo que sufrir yo?
—¡Greta, ¿qué coño haces? Te vas a hacer daño!
Había apretado tan fuertemente nuestro colgante que se había hecho un corte en la palma de la mano. Simbolizaba lo que sentíamos la una por la otra, todos los días que habíamos dejado atrás juntas, cada eterno atardecer que veíamos marchar. Cada una llevaba la mitad de la otra y así cuando nos volviéramos a encontrar se unirían y tendrían una función racional. En el caso opuesto, lo único que nos quedaba por hacer era perder nuestra cabeza echándonos en falta. Aunque fuese sólo un instante, las lágrimas escapaban de nuestras miradas y caían frágilmente por nuestras mejillas.
Hacía ya dos meses que había encontrado mi camino con ella, y ya la amaba más que a nadie. Más que a mí misma. Tal vez todo ésto fuese simplemente una travesía desde la adolescencia hasta la verdadera madurez. Sí, la quería, pero mi interior pensaba que probablemente nada fuese real.
Me escapé de mis raíces, no podían aceptar que fuese "diferente" y que no siguiese los pasos de mi hermana mayor. De hecho, todavía pensaba en ellos cada noche antes de acostarme. Sus caras cada vez se recordaban más borrosas. ¿De verdad había olvidado parte de mi vida? De todos modos, ya no podía salir de este gran agujero. Era la metáfora de Alicia, hasta que no acabase mi sueño no podría despertar de él.
Poco a poco la sangre rojo vivo se desplazaba por su mano. Greta siempre decía que sangrar era sinónimo de dolor. Pero no cualquier dolor, sino el dolor del corazón.
—Yo te quiero... pero tú a mí no. Sé que todo ésto es una mentira, es una simple ilusión. Tú en realidad nunca me has querido.
—Suelta el colgante y deja que mire tu mano. Estás sangrando mucho.
—Es porque te doy lástima, ¿no? Lo suponía... Sólo soy una asquerosa adolescente que no tiene ni donde dormir —no paraba de merodear de un lado a otro mientras vacilaba, desesperada. Comencé a perder los estribos.
—¿Entonces por qué crees que estoy aquí contigo? He renunciado a todo por ti. ¿Así que ahora me das pena? ¿De verdad opinas eso?
—Pues puede que sí. No soporto que la gente me haga daño. A lo largo de mi vida siempre lo han hecho. Y me he cansado. Sólo quiero que alguien me demuestre que me aprecia.
—Greta, yo te quiero. Te quiero demasiado como para dejarte ahora. ¿Y sabes qué? No me arrepiento de nada. Yo no miro atrás, ninguna lo hace. No hace falta que nadie te diga que te aprecia, porque deberías saberlo. Tal vez nunca lleguemos a ser ricas, ni a tener un trabajo honrado, ni a tener una gran familia, ni estar juntas para siempre... Pero sí que seremos felices. Mientras esté contigo seré feliz, ¿vale? ¿Te queda claro ya, mi vida? —durante todas mis palabras no dejó de mirarme fijamente sin apenas pestañear. Era la primera vez que le había dicho un "te quiero" a la cara. Se acercó a mí y me acogió entre sus brazos, posando mi cabeza sobre su hombro izquierdo y acariciando mi pelo.
—Sí. Te quiero, Cassie —dijo mientras miraba el colgante todavía en su mano.
Tras pocos días ya ni recuerdo por qué pasó todo aquello. Aún así, nunca olvidaré aquel día; aquel día en el que para demostrar amor hacia alguien usé aquellas dos palabras que tanto me costaba decir. Aquellas que cambiaron mi vida. Aquellas que me condujeron a mi destino: la felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario