Recuerdos que duelen


¡Qué estupidez! todavía recuerdo esas velas. Cada vez que sentía su aroma mi mente recordaba tu nombre. Lo sé, no eran unas de clase, ni de las más caras, ni exclusivas; eran velas, solo unas velas que podías encontrar en todas partes.
Para mí lo eran todo. Te acercabas a mí en el momento menos esperado acariciando tus labios con los míos, te asomabas a la ventana y encendías con tu mechero favorito dos. Pasaba la noche; hablábamos de nuestras vidas, nos reíamos, nos sentíamos. Aquellas dos velas se iban reduciendo a casi nada, hasta que poco a poco ambas se unían en una sola. Tú decías: Mira, allí estamos. Hechos uno.
Yo sonreía, puesto que era mi única reacción. No es que deseara hacerlo, era algo inevitable al ver tu rostro tan tierno y dulce.
Míranos ahora, Dave. Ya hemos crecido. Cada uno ha seguido su camino tal como deseaba. Yo he terminado mi carrera de Bellas Artes y tú sigues ayudando a la gente a tu manera tan especial. Sí, si volviese a verte, me volvería loca. Sin dudarlo volvería a besarte como cuando éramos jóvenes, pero es que no puedo. He dejado de ser fuerte, y todo ha sido por ti. He tardado cuatro años, siete meses, dos semanas y quince días en superarlo.
¿Sabes? No sé ni porqué escribo esta carta. Por favor, no intentes contactar conmigo. Tampoco respondas a esta carta, te lo ruego.
Te quiero y te querré siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario