La estación

El último día que lo vi fue en aquella estación, la estación de tren a la que siempre íbamos para observar como iban y venían los trenes. Trenes llenos de pasajeros que se despedían de sus familias o sus parejas, acabando siempre en llantos. Para nosotros siempre fue un sitio mágico, de hecho fue donde tuvimos nuestro primer beso, el más dulce de todos. Siempre nos sentábamos en un banco próximo a las vías, y en cuanto llegaba el atardecer íbamos hacia ellas y mirábamos como el sol se escondía cada vez más. Cada día vivíamos algo diferente y aunque fuese en el mismo lugar, no había otro mejor en el que estar juntos. Y todo aquello pasó en treinta y un días inolvidables. Aquel cinco de noviembre pasó todo... Todo lo que me destrozó el alma... Unos días antes habíamos discutido, y desde entonces no habíamos hablado más, pero aquel día me había avisado de que quería hablar conmigo. Iba hacia la estación, como casi todos los días para ver de nuevo sus bellos ojos, y allí estaba, de pié, mirando hacia el horizonte, aunque esta vez tenía el rostro triste y apagado. No le di importancia, y sonriendo fui hacia él y lo saludé, le di un beso en la mejilla y sonreí de nuevo. En aquel momento giró la cara hacia a mí, mirándome con ojos melancólicos, lo que hizo sentirme igual, ya que para mí él lo era todo, y cuando se sentía bien yo también, y cuando estaba mal, no podía evitar sentirme del mismo modo. Nerviosa le pregunté que le ocurría, él miró de nuevo hacia el horizonte y hubo un largo silencio hasta que dio un suspiro y dijo: "lo siento, te juro que yo nunca quise esto, de verdad..." Me asusté, y le pedí que me explicara que pasaba, me miró de nuevo, y respondió: "nos volveremos a ver; eso lo sé, cariño. Lo sé..." 
—¿Qué quieres decir con eso?
—Hace dos años, yo más unos amigos... nos alistamos. —no tuve palabras para decir nada. Simplemente todo se desmoronó, así de simple...
—Lo siento... Recibí el aviso ayer a la noche, quise decírtelo pero...
—¿Por qué, amor...? ¿Por qué me haces esto?
—Fue hace mucho Peyton, entiéndelo. ¡Era un idiota, nunca querría separarme de tí, lo juro! —en aquel momento anunciaron que el próximo tren hacia Winglenton estaba apunto de llegar y supuse que era su tren. Lo único que pude hacer fue llorar en su hombro, abrazándolo fuerte.
—Te amo, y siempre te amaré, eso no lo dudes... —el tren frenó y los viajeros salían de él mientras otros entraban.
—¡No quiero que te vayas! ¡No ahora! ¡Por favor!
—Sólo quiero que me jures una cosa... júrame que me esperarás, pase lo que pase. —lágrimas caían de su rostro, pero al mismo tiempo su mirada transmitía sinceridad.
—Lo haré —en cuanto dije aquello, Sam me besó, la última vez que sentiría sus suaves labios. Cogió su equipaje y fue hacia el tren. Entró y fue hacia su asiento, miró por la ventana, y gritó un te quiero. Le respondí, y el tren se fue... Y desde entonces, no he vuelto a saber de él.
—Pero ¿no era lo que querías Peyton? ¿No querías olvidarlo?
—Eso dije pero... creo que no era lo que quería en realidad... A quien quería, era a él.

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