El tiempo pasaba. Nuevas imágenes aparecían a medida que el tren continuaba su camino. Me gustaba observar el paisaje. Todo era verde y luminoso. Los árboles transmitían fortaleza y libertad. Las flores, simetría y vivacidad. Pensaba en el origen de la vida, en cómo un árbol podía ser tan sabio. Sonreí para mí y continué con mi lectura. Miles de letras marcadas con tinta en aquellas hojas. Sabias hojas elaboradas con árboles. Qué injusticia que la naturaleza, tras darnos la vida, sea tan exprimida por los humanos. A veces intento mantenerme al margen de ello, pero cojo algo y me doy cuenta de que está hecho con ella. Y me siento culpable, pero nadie se salva de serlo. Los tiempos cambian y el egoísmo evoluciona y busca nuevos caminos por los que avanzar. ¿Avanzar o retroceder? Todo comienzo tiene un final, ¿no? En cualquier momento todo podría desaparecer. Y de hecho, todo desaparece continuamente. La vida es efímera y todo en ella también. Siempre acaba por terminarse.

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