Corazón independiente

Noté como una presencia desconocida se aproximaba lentamente tras mía. Me estremecí, y durante un segundo pensé que cualquier cosa se podría encontrar a centímetros de mi roce.
—Taylor, ¿qué haces aquí?
Me giré y allí estaba, él mirándome de nuevo con nuestros ojos fijos en la mirada del otro.
—Hola Matt... —en aquel momento giré la mirada y la fijé en donde se hallaba antes.
—¿Cómo puedes estar por aquí tan tarde?
En aquel momento eran las doce en punto, todo estaba oscuro, aunque las débiles luces de las farolas iluminaban aquel pequeño sitio. Yo estaba allí de pié, con mi paraguas protegiéndome de aquella lluvia que caía sobre donde nos encontrábamos. Miraba hacia el mar, como los barcos nocturnos esquivaban las rocas gracias a la luz del faro. También desde aquel lugar se podía observar a algunas personas que pasaban por el paseo marítimo, todas estaban felices con sus vidas, hablaban con su compañero, y sobre todo, sonreían. Yo en aquel momento no podía sonreír, puesto que no eran de mis mejores días en aquellos momentos. Aquella persona a la que amaba, por lo visto, no me correspondía, lo mejor que podría hacer para no hacerme daño era olvidar, pero olvidar no es fácil...
—No sé...
—¿No tienes frío?
Se desprendió de su abrigo para colocarlo suavemente sobre mis hombros, pero lo rechacé.
—No, no tengo frío —le dije secamente.
—Bueno, ¿me vas a decir qué te ocurre? —dijo mientras se ponía su abrigo de nuevo.
—No me ocurre nada, Matt. Simplemente... Me gusta estar aquí.
Hubo un largo silencio, hasta que Matt lo rompió con su voz tan ansiosamente preciosa.
—¿Sabes? A veces... —dijo mientras se acercaba hacia mí lentamente— ...a veces, desearía comprenderte mejor; leer tu mente, que parece que está llena de pensamientos irreconocibles para mí, entre tantos. Saber lo que sientes, por qué lloras, por qué ríes...
No pude evitar que mi corazón empezase a latir cada vez más rápido, mientras él se acercaba a mí más y más, casi hasta llegar a nuestro roce. No pude decir nada, no me dejé a mí misma, ni tuve el valor.
—¿Seguro que no tienes frío, Taylor? —dijo con preocupación. Cada vez que pronunciaba mi nombre, me estremecía de nuevo y me ponía nerviosa, era un acto que hacía inconscientemente, otra de las cosas que no podía evitar.
—Lo reconozco... sí.
Matt sonrió, algo que yo anhelaba hacer, pero que mi corazón rechazaba. Se apresuró a quitarse su abrigo por segunda vez y apoyarlo sobre mis hombros. Ahora me sentía mucho más abrigada, aunque inquieta por el calor que me daba, que en realidad pertenecía a él. También olí su fragancia, una fragancia que me quedó memorizada en mi mente independiente del resto de mi cuerpo.
—¿Puedo pedirte un deseo? —dijo Matt con voz dulce mirándome, aunque yo seguía mirando hacia todo aquel hermoso paisaje nocturno.
—Sí... —respondí pensativa sobre qué querría.
—Me gustaría que dijeses que sí a dar un pequeño paseo conmigo por este lugar, ¿quieres?
Una felicidad invadió mi interior, aunque no salió al exterior, por lo que Matt dudaba de que fuera a aceptar. Entonces, asentí, y aquel paseo pequeño se transformó en un paseo de largas horas, pero aún así demasiado pocas para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario