Vamos a poner el mundo del revés. El alcohol y demás drogas ayudarán. Desnuda tu alma ante el público. Muéstrate tal como deseas y eres. ¿Qué ves? Espíritus perdidos entre la multitud. Siguiendo el instinto, a nuestros antecesores.
Este día se ha creado para apropiárnoslo.
(2013)
—¿En qué piensas normalmente?
—En sexo.
—¿Dirías que ocupa la mayor parte de tus pensamientos?
—Una gran parte, como a todos. Hay un estudio sobre ello.
—Aham.
—Pero también mi mente está ocupada por pensamientos vacíos. Por análisis.
—¿Qué es un pensamiento vacío?
—Un pensamiento sin significado.
—¿Por ejemplo?
—El tacto es el protagonista.
Por eso hay que dejar de pensar y preguntar en futuro. Olvidamos el presente y se hace pasado. Algo efímero. Algo que no vuelve.
—Me gusta que destaques mis virtudes, pero aún más mis defectos.
—¿Por qué?
—Porque no quiero que me veas perfecto. Quiero que me veas a mí.
—La perfección no tiene por qué estar basada en un ideal.
Respiró hondo a la vez que miraba por la ventana. Un día soleado pero con viento. De esos que agitan a los árboles y los hace revivir. Entonces se fija en ellos más de lo habitual y escucha su sonido. ¿En qué piensa? No lo sabe, simplemente observa lo que su vista le ofrece. Oye el pasar de los coches camuflado entre la música de la habitación. Percibe el tacto de sus manos y de sus pies. A veces la curiosidad le puede. ¿Y por qué no hacerlo? En su aliento aún sigue el sabor a chocolate.
El tiempo pasaba. Nuevas imágenes aparecían a medida que el tren continuaba su camino. Me gustaba observar el paisaje. Todo era verde y luminoso. Los árboles transmitían fortaleza y libertad. Las flores, simetría y vivacidad. Pensaba en el origen de la vida, en cómo un árbol podía ser tan sabio. Sonreí para mí y continué con mi lectura. Miles de letras marcadas con tinta en aquellas hojas. Sabias hojas elaboradas con árboles. Qué injusticia que la naturaleza, tras darnos la vida, sea tan exprimida por los humanos. A veces intento mantenerme al margen de ello, pero cojo algo y me doy cuenta de que está hecho con ella. Y me siento culpable, pero nadie se salva de serlo. Los tiempos cambian y el egoísmo evoluciona y busca nuevos caminos por los que avanzar. ¿Avanzar o retroceder? Todo comienzo tiene un final, ¿no? En cualquier momento todo podría desaparecer. Y de hecho, todo desaparece continuamente. La vida es efímera y todo en ella también. Siempre acaba por terminarse.

Renacer

Es curioso cómo todo cambia en cuestión de poco tiempo. Las esperas nos impacientan y nos hacen sentir más deseo hacia lo que está por llegar. Pero, ¿y cuando llega? Todo se acabó. Y entonces es cuando una espera vale más que un final.

Destino

Y aquí estoy yo, escribiendo estas palabras con lo que se me venga a esta cabeza vacía de inspiración.
Hablemos del destino, algo que me tiene desconcertada en todo momento. ¿Qué es el destino? Dicen que es esa persona por la que naciste. Esa persona que... aunque aún no la tengas cerca, estás conectada a ella de alguna forma. ¿Dónde estará mi destino? No sé, tal vez se encuentre a la otra mitad de este mundo, o puede que a unos pocos quilómetros de distancia. ¿Creo en el destino? Por una parte sí. Siempre vivimos para llegar a algún momento que desconoceremos hasta llegar a él. Pero, por otra parte no, ya que para mí el destino no está presente en todo. A veces un mínimo paso cambia todo el curso de una vida, pero nunca somos conscientes de ello. Todos deseamos un futuro perfecto. El primer beso más precioso del mundo, o estar con la persona que amas bajo la luz de la luna... Nunca es lo que deseamos, o si lo es, casi nunca.
En el destino siempre cuenta el amor, lo que mucha gente confunde. El amor de verdad está presente una o dos veces en la vida. No continuamente, como piensa la mayoría.
Y es cierto que las cosas siempre cambian de un día a otro; y a veces me gustaría retroceder. Volver a revivir momentos inolvidables, o simplemente armarme de valor y decir todo lo que quiero.

Esperanza

No, ya no sé que es lo que está ocurriendo a mi alrededor, ni lo que viene a continuación. Me da la impresión de no tener el valor suficiente como para cambiar el paso de mi vida, cambiarlo todo, empezar de cero, transformar esta vida en otra nueva, llena tanto de alegría como de ilusión. Porque en la vida todo son ilusiones, ilusiones que no se cumplen, pero que están ahí, y que te hacen dar los pasos que necesitas. Y si cuadra, algún día, esa ilusión se cambiará a realidad, lo que toda persona querría. Lo que yo quiero y deseo.

La estación

El último día que lo vi fue en aquella estación, la estación de tren a la que siempre íbamos para observar como iban y venían los trenes. Trenes llenos de pasajeros que se despedían de sus familias o sus parejas, acabando siempre en llantos. Para nosotros siempre fue un sitio mágico, de hecho fue donde tuvimos nuestro primer beso, el más dulce de todos. Siempre nos sentábamos en un banco próximo a las vías, y en cuanto llegaba el atardecer íbamos hacia ellas y mirábamos como el sol se escondía cada vez más. Cada día vivíamos algo diferente y aunque fuese en el mismo lugar, no había otro mejor en el que estar juntos. Y todo aquello pasó en treinta y un días inolvidables. Aquel cinco de noviembre pasó todo... Todo lo que me destrozó el alma... Unos días antes habíamos discutido, y desde entonces no habíamos hablado más, pero aquel día me había avisado de que quería hablar conmigo. Iba hacia la estación, como casi todos los días para ver de nuevo sus bellos ojos, y allí estaba, de pié, mirando hacia el horizonte, aunque esta vez tenía el rostro triste y apagado. No le di importancia, y sonriendo fui hacia él y lo saludé, le di un beso en la mejilla y sonreí de nuevo. En aquel momento giró la cara hacia a mí, mirándome con ojos melancólicos, lo que hizo sentirme igual, ya que para mí él lo era todo, y cuando se sentía bien yo también, y cuando estaba mal, no podía evitar sentirme del mismo modo. Nerviosa le pregunté que le ocurría, él miró de nuevo hacia el horizonte y hubo un largo silencio hasta que dio un suspiro y dijo: "lo siento, te juro que yo nunca quise esto, de verdad..." Me asusté, y le pedí que me explicara que pasaba, me miró de nuevo, y respondió: "nos volveremos a ver; eso lo sé, cariño. Lo sé..." 
—¿Qué quieres decir con eso?
—Hace dos años, yo más unos amigos... nos alistamos. —no tuve palabras para decir nada. Simplemente todo se desmoronó, así de simple...
—Lo siento... Recibí el aviso ayer a la noche, quise decírtelo pero...
—¿Por qué, amor...? ¿Por qué me haces esto?
—Fue hace mucho Peyton, entiéndelo. ¡Era un idiota, nunca querría separarme de tí, lo juro! —en aquel momento anunciaron que el próximo tren hacia Winglenton estaba apunto de llegar y supuse que era su tren. Lo único que pude hacer fue llorar en su hombro, abrazándolo fuerte.
—Te amo, y siempre te amaré, eso no lo dudes... —el tren frenó y los viajeros salían de él mientras otros entraban.
—¡No quiero que te vayas! ¡No ahora! ¡Por favor!
—Sólo quiero que me jures una cosa... júrame que me esperarás, pase lo que pase. —lágrimas caían de su rostro, pero al mismo tiempo su mirada transmitía sinceridad.
—Lo haré —en cuanto dije aquello, Sam me besó, la última vez que sentiría sus suaves labios. Cogió su equipaje y fue hacia el tren. Entró y fue hacia su asiento, miró por la ventana, y gritó un te quiero. Le respondí, y el tren se fue... Y desde entonces, no he vuelto a saber de él.
—Pero ¿no era lo que querías Peyton? ¿No querías olvidarlo?
—Eso dije pero... creo que no era lo que quería en realidad... A quien quería, era a él.

Corazón independiente

Noté como una presencia desconocida se aproximaba lentamente tras mía. Me estremecí, y durante un segundo pensé que cualquier cosa se podría encontrar a centímetros de mi roce.
—Taylor, ¿qué haces aquí?
Me giré y allí estaba, él mirándome de nuevo con nuestros ojos fijos en la mirada del otro.
—Hola Matt... —en aquel momento giré la mirada y la fijé en donde se hallaba antes.
—¿Cómo puedes estar por aquí tan tarde?
En aquel momento eran las doce en punto, todo estaba oscuro, aunque las débiles luces de las farolas iluminaban aquel pequeño sitio. Yo estaba allí de pié, con mi paraguas protegiéndome de aquella lluvia que caía sobre donde nos encontrábamos. Miraba hacia el mar, como los barcos nocturnos esquivaban las rocas gracias a la luz del faro. También desde aquel lugar se podía observar a algunas personas que pasaban por el paseo marítimo, todas estaban felices con sus vidas, hablaban con su compañero, y sobre todo, sonreían. Yo en aquel momento no podía sonreír, puesto que no eran de mis mejores días en aquellos momentos. Aquella persona a la que amaba, por lo visto, no me correspondía, lo mejor que podría hacer para no hacerme daño era olvidar, pero olvidar no es fácil...
—No sé...
—¿No tienes frío?
Se desprendió de su abrigo para colocarlo suavemente sobre mis hombros, pero lo rechacé.
—No, no tengo frío —le dije secamente.
—Bueno, ¿me vas a decir qué te ocurre? —dijo mientras se ponía su abrigo de nuevo.
—No me ocurre nada, Matt. Simplemente... Me gusta estar aquí.
Hubo un largo silencio, hasta que Matt lo rompió con su voz tan ansiosamente preciosa.
—¿Sabes? A veces... —dijo mientras se acercaba hacia mí lentamente— ...a veces, desearía comprenderte mejor; leer tu mente, que parece que está llena de pensamientos irreconocibles para mí, entre tantos. Saber lo que sientes, por qué lloras, por qué ríes...
No pude evitar que mi corazón empezase a latir cada vez más rápido, mientras él se acercaba a mí más y más, casi hasta llegar a nuestro roce. No pude decir nada, no me dejé a mí misma, ni tuve el valor.
—¿Seguro que no tienes frío, Taylor? —dijo con preocupación. Cada vez que pronunciaba mi nombre, me estremecía de nuevo y me ponía nerviosa, era un acto que hacía inconscientemente, otra de las cosas que no podía evitar.
—Lo reconozco... sí.
Matt sonrió, algo que yo anhelaba hacer, pero que mi corazón rechazaba. Se apresuró a quitarse su abrigo por segunda vez y apoyarlo sobre mis hombros. Ahora me sentía mucho más abrigada, aunque inquieta por el calor que me daba, que en realidad pertenecía a él. También olí su fragancia, una fragancia que me quedó memorizada en mi mente independiente del resto de mi cuerpo.
—¿Puedo pedirte un deseo? —dijo Matt con voz dulce mirándome, aunque yo seguía mirando hacia todo aquel hermoso paisaje nocturno.
—Sí... —respondí pensativa sobre qué querría.
—Me gustaría que dijeses que sí a dar un pequeño paseo conmigo por este lugar, ¿quieres?
Una felicidad invadió mi interior, aunque no salió al exterior, por lo que Matt dudaba de que fuera a aceptar. Entonces, asentí, y aquel paseo pequeño se transformó en un paseo de largas horas, pero aún así demasiado pocas para mí.

El ángel

Mientras iba a la deriva, soñé.
En el lugar donde flotaba, debajo de las aguas negras, oí el sonido más feliz que mi mente podía conjurar, el más hermoso, el único que podía elevarme el espítitu y a la vez, el más espantoso. Era otro gruñido, un rugido salvaje y profundo, impregnado de la más terrible ira.
El dolor agudo que traspasaba mi mano alzada me trajo de vuelta, casi hasta la superficie, pero no era un camino de regreso lo bastante amplio para que me permitiera abrir los ojos.
Entonces, supe que estaba muerta...
...porque oí la voz de un ángel pronunciando mi nombre a través del agua densa, llamándome al único cielo que yo anhelaba.

Espejismos del destino

Ya no tenía nada más que perder. Cuando me susurraste una vez más que nunca me quisiste, tuve que creérte. El hecho era que ante tí no podía mostrarme incrédula, ya que, con una simple mirada tuya fijada en la mía, lo decías todo. Decías la verdad o la mentira; en aquella ocasión, deducí en tí la verdad. Y, de nuevo, me quedé callada, como la primera vez que me lo dijiste, sin sentimiento en tu voz. Ya no reconocías mi nombre al oírlo. En aquel silencio; en el que sólo se oía tu respiración, ya que mis pulmones no tenían la fuerza suficiente para inspirar y espirar, como solía hacer cuando lo recordaba; noté como si algo no se encontrara como antes. Sí, era mi palpitante corazón; aquel que dejó de latir en cuanto mi historia acabó, aquel que en una milésima de segundo, se rompió. Se derrumbó en pequeños pedacitos; la mitad de ellos unidos formaban tu hueco en él, el hueco que yo sabía que siempre permanecería, pero que, en cambio, tú no optabas por mantener en tu alma. Y de nuevo, cuento un día más. Un día más en el que pienso en tu recuerdo, por suerte, aún nítido en mí. Tu rostro. Aproximándose hacia el mío lentamente, haciendo que, tanto ojos como labios, se encontrasen. Un día más que cuento de todos aquellos, en los que no te encontré; a mi lado, apretando tu mano contra la mía, observándome sin intención de disimularlo, pasando tus dedos lentamente por la figura que forma mi cara. Pero, un día menos que descuento del resto de mi vida, en el que sé, que nos volveremos a encontrar. Aquel día, que tarde o temprano, llegará. Una hora exacta; en la que me acerque hacia tí, derrame una lágrima, tú la apartes de mí con tu mano suave como la seda, y que tras tu abrazo, me beses de nuevo. Un beso de aquellos; un beso como el primero que recibí de tus labios.

Vida

A veces, nos preguntamos si es ésto lo que queremos.
Si queremos empezar desde cero, tras este día llamado treinta y uno de diciembre. Si preferimos seguir con los mismos recuerdos; o si preferimos seguir adelante, olvidando lo que se muestra indiferente hacia nosotros. Es cierto, algunos recuerdos seguirán allí, apoderándose de nosotros, haciéndonos regresar atrás en el tiempo; pero, ¿por qué estamos aquí? ¿Para sufrir? Sí, pero también para ser feliz. Nunca nos podemos esperar una vida perfecta, llena de alegrías y justicias, porque nunca será así. Sólo vivimos cuando superamos las partes difíciles y fáciles. Habrá partes en las que sonreirás, pero, habrá otras en las que no tengas más remedio que llorar. Y después de todo, ¿adónde has llegado? A la etapa final, en la que te das cuenta, de que tu vida ha tenido sentido.
¿Cuál es mi deseo? Vivir.

Pensamiento


Día dieciséis de Abril, 1987.

Sigo confusa... Los días pasan rápido, en otros, pasan lentos. Todavía no sé qué estoy esperando, ahora que me encuentro en el lugar más solitario del mundo. Sola... estoy sola en la oscuridad, en busca de algo que consiga llenarme. Siempre es lo mismo... Cada vez que oigo algo evocador me hago pequeñita, y me encierro en mis pensamientos y lamentaciones.
Ayer la ilusión volvió a mí, ¿qué voy a hacer? Cuando pienso que lo he superado, que volveré a ser feliz, caigo de nuevo. Qué chica más ilusa tienes delante, ¿verdad? Y pensar que son todavía las tres de la madrugada, aún queda mucha noche por delante... Te preguntarás por qué te escribo tan tarde. Cuando cierro los ojos, imágenes indeseables pasan por delante... No quiero volver a llorar otra vez, pues es lo único que hago desde hace tres meses.
Y qué más contarte... echo de menos sus labios sobre los míos, echo de menos sus te quiero en susurros al lado de mi oído, echo de menos amar a alguien como él.

No puedo escribir más, lo siento... Sólo sé llorar, es lo único que la vida me enseñó. ¿Mi único deseo? ya lo sabes, que vuelva.
Amber.

Ya no juego a ser una niña...


A veces deseo retroceder en el tiempo. Volver a vivir los momentos más bonitos de mi vida, dejando atrás el odio y la tristeza. Pero lo único que queda de allí son los recuerdos.
En cambio, en otras ocasiones deseo rendirme, quedarme quieta sin hacer nada, sin pensar en lo negativo... Mirar hacia adelante y seguir, dejando atrás lo prescindible. Pero ninguna de las dos opciones son posibles. Siempre tendré que caer y volver a levantarme, aunque sea sin ayuda de nadie. ¿Cuál es el objetivo? Levantarme aunque caiga de nuevo; ¿caeré cien veces tras levantarme otras noventa y nueve? La respuesta es sí, pero con lo que cuento es que a partir de los fracasos se cree mi vida; una vida con mérito por haberla vivido, una vida que sea digna de contar, una vida que haya valido la pena vivir.
Nuevas emociones, sensaciones, estados de ánimo... Todo forma parte de una vida. Miles de aventuras se concentran en un mismo espíritu.
¿Por qué seguir adelante y no rendirse de una vez? Porque esto sólo es parte del principio; no caeré tan fácilmente.

Insignificante


—Hola.
Hola.
—¿Qué tal?
Bien, ¿y tú?
—Bien.
¿Qué cuentas?
—Nada, ¿y tú?
Nada.
—Me voy.
Chao.

Citas para recordar (IV)

"La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia"
Amos Bronson Alcott

Tal vez, quizás, estadounidense

Qué regocijo será para quienes hablan sin saber. No sé, tal vez así se sientan más maduros o simplemente más importantes. O puede que sea así como quieren sentirse más personas, escondiendo su verdadera vida y camuflándola en otra totalmente diferente, llena de desconocidos que nunca verán con sus propios ojos. Y así malgastan cada minuto de sus pequeñas vidas, teniendo fe en poder cumplir sus sueños inalcanzables.
Y sí, es cierto, a veces es mejor vivir en una feliz irrealidad. Aunque al final todo sea nada.

El tatuaje del pájaro libre

Todavía no logro comprender su visión de la vida. Es irracional, insensata, inmadura... Como una niña de ocho años que lucha por alcanzar el globo que dejó escapar hacia el espacio. No es ni capaz de caminar por la calle como toda persona, sino que lo hace saltando y bailando mientras muestra su alegría al mundo. Recuerdo la primera vez que la vi. Fue una noche fugaz e inolvidable. Me encontraba solo en mi propio aburrimiento, entre mis compañeros, mientras tomábamos unas cañas. Y allí la vi, minuto tras minuto admirando sus rasgos más dulces y adorables. En mi mente comenzó una tormenta de ideas de todo tipo. ¿De dónde ha salido esta chica tan bella? ¿Qué podía hacer en un sitio tan ridículo como éste? ¿Algún día conseguiría poder besar esos gruesos y apetecibles labios? El tiempo pasó deprisa, y en cuanto quise darme cuenta allí la hallé: en frente mía con una sonrisa repleta de juventud y a la vez, con ganas de diversión.
Fue difícil decir una sola palabra ante tal mujer. Ella ayudó y fue la primera. Vaya voz, qué forma de gesticular... Tan bella, tan delicada y tan suave. Mi subconsciente gritaba que me acercase a ella y la besase, pero mis reflejos lo impedían rápidamente. En un cerrar y abrir de ojos, estábamos a solas. Mis amigos habían desaparecido entre el oscuro antro. Hubieron apenas palabras, por lo menos por mi parte. No podía evitar mirarla, hasta que me daba cuenta de mi exageración y desviaba por unos segundos la mirada. Era increíble la forma en la que se acercaba a la gente para conversar, la manera de expresar sus ideas... Nunca había oído tales teorías salir de la boca de nadie. De hecho, haberlas oído de otra persona me hubieran hecho reírme de su poca inteligencia. Pero, en esta ocasión, era diferente. No sé si era su dulzura o su forma de hablar que me hizo cambiar de idea ante todo, ante la vida misma. Ya estábamos por la calle más borrachos que cualquiera en esa ciudad. Nos dedicábamos a intentar avanzar entre la nada y a cantar a grito pelado cualquier canción que viniera a nuestra mente. Cantamos desde canciones Disney hasta heavies, desde Ópera hasta Pop.
Recuerdo borrosamente como estuvo a punto de caer y la cogí entre mis brazos. Su larga melena acarició mi rostro y pude percibir ese aroma ligero a canela. Por un momento parecía en otro mundo paralelo a éste, con los ojos cerrados y moviendo lentamente sus labios como si estuviera susurrando en bajo. La llamé. La llamé como pude sin poder utilizar su nombre, pues no lo conocía. Al cabo de unos instantes aquí estaba, de vuelta a la realidad. Sonrió como sólo ella sabía sonreír, y me alcé a besar sus labios. Ella me rechazó con una amplia sonrisa que se convirtió en una pequeña carcajada y que me dejó confuso. Lo único que hizo fue decir, en un hilo de voz, que fuésemos a su casa. Y fuimos.
Cerró la puerta y comencé a besarla con todas mis ansias. Nunca había querido sentir unos labios con tanta pasión. Mis manos acariciaban su pequeña cara con suavidad y ternura, al mismo tiempo que deseaba achucharla fuertemente para desahogar todo mi deseo. Y qué besos... Nunca había sentido una textura tan especial. Era como saborear, por primera vez, un helado tras un frío invierno. Parecía una mujer enamorada, pues sus ojos me miraban con un cierto brillo que transmitía cariño, sus manos cogían las mías con cierta amabilidad y hacía deslizarlas por su cuerpo menudo. Deseaba que sus besos no acabaran nunca, eran para mí como un dulce que pocas veces puedes saborear. Me condujo a su habitación, y allí nos arropamos mutuamente entre las sábanas durante toda la noche hasta perder la noción del tiempo.
Ella es... como un pájaro. Como un pájaro libre que sobrepasa el cielo. Y así es como me lo ha demostrado. Con ese tatuaje escondido tras su cuello, con el tatuaje de un ave tal cual es ella. La amo. La amo como nunca amaré a nadie que viva bajo mi mismo cielo. Y ella lo sabe, y de hecho, sonríe cada vez que se lo digo. Nunca dejaré de decírselo, la sorprenderé cada mañana que nos despertemos juntos envueltos entre sábanas. Y cuando sonría, sabré su respuesta. Sé por qué nunca estará conmigo. Ella es así, no es capaz de comprometerse. Quiere volar libre, vivir sin sentirse atada. Y por eso la amo tanto. Y por eso amo tanto el tatuaje del pájaro libre...

Carta a la vida

Querido compañero:
Hace un año me encontraba sentada frente al ordenador. Me apetecía reírme y pasar un rato gracioso. Entonces pensé en lo que me había dicho una amiga. Había un chico "freak" que le enviaba mensajes al Facebook con unas extrañas intenciones. Según ella, decía cosas irracionales que no entendía, por lo que le contestaba de forma arisca. Me los había enseñado y los había comprendido, de hecho, yo era experta en ese tipo de palabras. Eran palabras misteriosas que escondían pensamientos fantásticos y enrevesados. Era mi pasión. Días después, le llegó una petición de amistad al 20 que decía: "¡mira a quién me encontré en el 20!" En cuanto pudo me lo contó con cierto aire de repugnancia y entonces, sentada en la silla frente al ordenador, decidí embarcarme en una increíble aventura que me haría reír a carcajadas, entre otras cosas que todavía no sabía que ocurrirían.
Sería un reto difícil. Al parecer, era un rarito del colegio, sí, sí. El mítico chico que no recibía miradas, que pasaba desapercibido, pero que tenía el don del ingenio y la burla. Y de hecho, yo también lo poseía, pero a escondidas. Poca gente conocía mi don, pero quien lo conocía apenas lo notaba debido al excelente camuflaje de mis palabras. Este momento había que aprovecharlo y comenzarlo de manera sutil pero simple, simple pero compleja. No sabría describirlo... De manera como lo solía hacer yo pero llevándolo a un extremo que dejase perplejo al sujeto.
Opté por una frase matemática sin mucho sentido, pero que podría desenvolver muchos tipos de respuesta: burla, pasotismo, seguimiento, intento de dejar en evidencia... Yo sabía cuál sería su respuesta, el seguimiento. Había estudiado detenidamente, más bien brevemente, su manera de hablar y contestar. Sabía que actuaría de una manera tolerante y amable, a la vez que burlesca y enrevesada. "Buenas tardes, hipotenuso triangular rectal o.o". Ésa fue mi opción finalmente. ¿La respuesta? Lo que yo decía. Sinceramente, estaba deseando una respuesta. Deseaba contactar con alguien que tuviese mi don o al menos uno parecido al mío. Pronto, llegó un mensaje de un desconocido que en determinado tiempo dejaría de serlo.
¿Cuál fue su respuesta? Por ahora nunca lo sabrás, o quizás ya lo sepas... Pero eso lo dejaremos para otro momento, para otro día, para otra celebración. Para el imprevisible futuro. Por ahora, sólo añadiré una cosa más.
Quince de enero del dos mil once, la una y siete minutos de la tarde.

Citas para recordar (II)

"No me importa si el animal es capaz de razonar, sólo sé que es capaz de sufrir y, por eso, lo considero mi prójimo"
Albert Schweitzer (1875-1965)

¿Blanco o negro? Tonalidades de gris

Miércoles, día 14 de Febrero, 00:02.
Este día para mí no es nada, sólo un día, como cualquier otro. Por ser el día del amor no va a ir mejor el mundo. Seguirá habiendo muerte, pobreza, tristeza; aunque también felicidad, cariño... No sé, de pequeña siempre recordaba este día, lo recordaba con ilusión de poder algún día disfrutar de lo que hacen llamar amor.
Hoy en día, ya ni me doy cuenta cuando es San Valentín. De hecho, ¿qué créeis que es el día de los enamorados? Dinero, sólo eso. ¿Por qué el día de los enamorados no puede ser todos los días? Todos los días pueden ser especiales, diferentes, románticos... ¿Por qué un sólo día? Tan simple como decir dinero.

Miércoles, día 14 de Febrero, 01:34.
Vale, pero ¿y qué? Es un día que recuerdas siempre con ternura. Yo no veo nada de malo en celebrar el amor. Para ti será dinero, pero para mí es felicidad para la otra persona, algo que aprecie y le haga recordar ese día. Yo creo que todos los días pueden ser especiales, pero no como el de San Valentín. Es un día que está hecho para recordar momentos felices y para vivir nuevos. Espero que mi respuesta, aunque lo más seguro es que no te haga cambiar de opinión, te haga reflexionar.

Jueves, día 14 de Febrero, 01:56.
Mira, desconocido, la vida me ha hecho aprender mucho. Como ya dije, antes todo era importante para mí. Todo era esperanza y futuro. Ahora el futuro es el presente, y este presente no es el que esperaba de pequeña. Pero así es, y no me quejo de él tampoco. Siempre me había esperado una juventud alegre y llena de vida. Pero... Aquí estoy, hablando con alguien que nunca conoceré y del que no sabía de su existencia hasta ahora. Hablando contigo sobre lo que es el amor. Seré sincera... Mi felicidad se ha consumido tal cual una vela de cera (si es que no hay otro tipo). Sólo esperaba desahogarme. Y aún que parezca pesimista, lo único que soy es realista. La verdad, espero tu respuesta. Tienes un punto de vista muy interesante.

Jueves, día 14 de Febrero, 09:02.
Siento mucho que tu vida no sea como la deseada, pero eso no significa que no puedas creer en este día. Tampoco digo que no tengas razón. Este mundo está inmerso en el consumismo, lo sé. Pero yo soy un soñador nato, y estoy seguro de que este día no se ha creado para gastar el dinero en bombones y ramos de flores. Yo he estado enamorado, muy enamorado, aún lo estoy. Esa persona lo es todo para mí y todos los días son especiales siempre que sean a su lado. Pero este es el día en el que no existen escusas, es el día para estar unidos y celebrar el cariño, la pasión... ¿Has estado enamorada?

Jueves, día 14 de Febrero, 10:13.
Sí, lo he estado. Y ha sido como una flor que se marchita lentamente. Mi corazón se ha ido cayendo en pedazos... No guardo rencor, para nada. Siempre tendré un buen recuerdo. Pero lo que es bueno a corto plazo y malo a largo, hay que dejarlo. Es como el tabaco, al que soy más que adicta, a corto plazo puede encantarte como te tranquiliza y te relaja, pero a largo siempre te hará un daño inmenso, aunque sea paulatinamente. Me alegro de que tu vida sea la que esperabas, siempre te llena de satisfacción que el resultado de tus acciones sea el que deseabas. Olvídate de esta conversación estúpida que en unos meses ni recordaremos, y disfruta de este día. La verdad, me has abierto un poco los ojos. No siempre hay que vivir observando sólo la pura realidad. Hay que soñar... Feliz San Valentín, desconocido.

Todo tiene una conexión inexplicable...

Nueve en punto de la mañana.
Como todos los días, la señora Olivier salía de su hogar para cumplir con sus tareas que para ella eran imprescindibles. Colocaba delicadamente sus pies dentro de cada zapato hecho a mano solamente para ella, se retocaba en el espejo de la sala principal, se aseguraba de que había abotonado bien su camisa para evitar que algún hombre osara a mirarla y decidía empezar otro de los muchos días que habían sido iguales desde años atrás.

Mientras tanto, Stephanie abría sus ojos tras haber pasado su primera noche fuera de casa. El día anterior había cumplido por fin dieciséis años y había decidido celebrarlo con su mejor amiga. Se podría decir que no tenía una familia, puesto que sus padres se pasaban el día en el primer bar que encontraban, haciendo que la infancia de Stephanie fuese dura, por no decir triste. Nunca la dejaban salir de casa, por eso nunca había hecho muchas amistades. Belle era su mejor amiga desde la niñez. Todo lo que estaba con ella era en clase, pero el tiempo que pasaban juntas era suficiente para conocerse mutuamente. La joven desplazó su mano izquierda hacia el suave cabello de su compañero, ya que la derecha era la que sostenía parte de su cuerpo. Sí, su primera noche fuera de casa había transcurrido al lado de un joven, pero ¿por qué?

—Buenos días, señorita. ¿Lo de siempre?
—Sabe que no tiene por qué llamarme señorita, esos tiempos ya pasaron... Sí, por favor.
—No sea tan modesta. Ahora le traigo su café manchado con dos cucharaditas de azúcar.
—Muchas gracias —respondió amablemente la mujer.
Mientras el camarero tramitaba las peticiones de las pocas personas presentes, alguien se disponía a entrar en la solitaria cafetería. Lo que más adoraba en este mundo era tomar su café mientras oía el ligero sonido de las tazas, bandejas, vasos y platos moverse y posarse en los estantes.
—Buenos días a todos —dijo con cierta amabilidad un hombre mientras colgaba su abrigo en el perchero. Ella ni se giró, pensó que la situación no era de su incumbencia. Aunque, al mismo tiempo, sentía curiosidad por aquella misteriosa voz que jamás había oído. De pronto, pensó en su marido, que había caído hace años. No podía evitar recordar todos los días como el comandante seleccionaba tan delicadamente las palabras para expresar lo que había sucedido, mientras sostenía entre sus manos una pequeña caja con sus pertenencias y sobre ella, una bandera que lucía los colores del país. Pero antes de eso, cuando oyó un vehículo aparcando al lado de la acera sintió como su corazón latía como nunca. Era él, había vuelto tras un año fuera de su hogar, lejos de su vida. Todavía conservaba el pañuelo que le había ofrecido el comandante para secar sus lágrimas y que nunca pudo devolverle. De hecho, lo llevaba en su bolsillo todos los días; ya que, según él, había pertenecido a su marido, pero que llegó a ser suyo un día desgraciado repleto de muertes innecesarias. Por eso, tras semanas de un fuerte dolor en el pecho cuando lo recordaba, decidió seguir unas pautas diarias para estar haciendo algo en todo momento. Sólo así no pensaría tanto en su pérdida.
—¿Puedo sentarme con usted, señorita? Sólo si me lo permite, claro.

—Oh, buenos días, preciosa. ¿Has dormido bien?
—Bueno... es la primera vez que duermo fuera de casa... —dijo vacilando unos instantes— Vale, nunca he dormido tan bien.
Él sonrió, todavía con cara adormecida.
—Me alegro, Stephanie. Así te llamabas, ¿no?
—Sí, y me llamo actualmente. ¿Ya lo has olvidado?
—Qué va, cómo podría olvidarlo tras hacerme pasar por esta noche tan... ¿intensa? —la muchacha comenzó a reírse.
—No seas tan exagerado, Iago —el joven la cogió entre sus brazos y empezó a achucharla locamente—. ¡Ay! ¿Qué haces, tonto?
—Creo que me he enamorado de ti, Stephanie. Adoro tu nombre, adoro tu pelo, adoro tus ojos, adoro tus labios, adoro tus orejitas, adoro tu ombligo tan único, adoro tu suave piel, adoro tus ojeras de tonalidad violeta y adoro los pequeños lunares que adornan tu cuerpo —susurraba mientras acariciaba cada parte que nombraba—. Te adoro a ti, ¿de acuerdo?
—No creo que puedas llegar a sentir todo eso en tan sólo una noche tan estúpidamente loca.
—No me importa lo que estúpidamente digas ahora, ni me importará. Eres tú.
—Dudo que sea yo, sólo tenemos dieciséis años. Todavía no tenemos la madurez para decidir este tipo de cosas, ¿entiendes?
—Dame una oportunidad al menos. Para mí eres perfecta.
—No creo que pudiésemos vernos mucho, Iago. Lo siento, mi familia no es la unida y feliz de las películas.
—No existe una familia así —contestó con tono sarcástico y burlón—. Tengo un hermano mayor. Él y mi padre están en la cárcel por tráfico. No son nada nuevo las familias destrozadas. No tuve prácticamente infancia alguna. Mi madre no tenía dinero ni para comprarme ropa, ni para un juguete —dijo con cada vez más seriedad en sus palabras.
—Mis padres son unos putos borrachos, ¡joder! No puedo vivir, siempre tengo que estar encerrada.
—¿Y hoy qué?
—Me he escapado, y no pienso volver. Que se jodan.
—Lo siento —Iago se dirigió hacia ella y besó sus labios.
—No tienes por qué sentirlo —se frotó bien los ojos antes de que pudiera derramar lágrima alguna y ambos permanecieron en silencio.
—Stephanie...
—¿Qué sucede?
—Vente conmigo.
—¿Qué?
—Los dos... juntos. Tú y yo. Te quiero, Stephanie, joder. No sé que es esto, nunca me había pasado. Siento que te necesito aquí conmigo, que necesito tener tu fragancia cerca de mí, que necesito poder tocar tu piel tan pálida y suave. Si no, moriría de desesperación.
—Estás loco —la chica le miró con cara incrédula.
—Sí, loco por ti. Vén conmigo, no tiene por qué ser para siempre, simplemente tiene que ser el ahora. Mientras estemos juntos, nuestras vidas negativas cambiarán de ropa y se lucirán de positivas.
—Me lo estás poniendo difícil... ¡Te he conocido hace sólo unas horas!
—¿Nunca has querido vivir de locuras? —le interrumpió, totalmente convencido de lo que estaba proponiendo.
—De hecho, ya estoy viviendo una.

—Emm... claro, siéntese —le pareció extraño que en toda una cafetería repleta de mesas tuviera que escoger una que estuviese ocupada, pero no se sintió intimidada.
—Aquí tiene su café, señorita —Catherine le dirigió una mirada de agradecimiento. El camarero comienzó a alejarse.
—Muchas gracias.
—Bueno, por lo que puedo ver, es usted viuda. Siento su pérdida —posó su café sobre la taza, asombrada.
—¿Cómo lo ha...?
—¿Deducido? —respondió interrumpiendo sus palabras. Comenzó a reírse como si le hubieran hecho un cumplido—. Todavía conserva su alianza y la de él en su dedo, y viste de manera reservada. No desea que ningún hombre la observe. Está completamente entregada a su marido, esté vivo o no. ¿No es cierto, señorita? —la mujer se quedó boquiabierta e intentó disimularlo, sin conseguirlo.
—Es usted demasiado observador, ¿no cree?
—Yo no diría que demasiado observador. Sólo observo como cualquier otra persona, lo que sucede es que me fijo un poco más en los pequeños detalles que permiten conocer más a quien tienes delante —se quedó inmóvil, mirándola fijamente a los ojos de forma intimidante, pero atrevida—. Bellos ojos, bella persona.
—¿Y cómo es que puede usted saber si soy o no una bella persona?
—En esta ocasión el saber no existe, sólo el sentir —alcanzó la mano de la mujer y la besó tiernamente.
—¿Pretende usted cortejarme? Porque en ese caso, no lo conseguirá —respondió con arrogancia, apartando su mano bruscamente.
—Lo sé. Por eso espero que acepte una invitación para esta noche. Sé ciertamente que no responderá un no.
—¿Cómo está tan seguro de que no le rechazaré? —preguntó acechándole con una mirada firme.
—Si no fuese a aceptar nunca, ya se hubiera marchado por esa puerta.


Llevaba mis cascos puestos. Escuchaba a tope de volumen Anarchy in the UK de Sex Pistols mientras caminaba entre la muchedumbre de la ciudad. Eran ya las cinco y un minuto e iba con prisa. Tan sólo quedaban nueve minutos para que el metro se marchase sin mí, como habitualmente. Bajé las escaleras lo más rápido que pude. Era difícil correr sin que alguien se metiera en tu camino, así que tuve que decidirme por llegar a la fuerza. Empujé a algunas personas y éstas se mostraron molestas, pero no me importó. Por primera vez en esta semana había llegado justo a tiempo. Me imaginé esta situación como si estuviese corriendo un maratón, y me reí de lo cansada que estaba. Intentando normalizar mi respiración, observé un rato el ambiente del vagón. La diferencia entre una gran ciudad como esta y una más pequeña se puede observar con tan sólo entrar en un vagón de metro. Caras desconocidas que observaban al vacío, sin darle importancia a nada. ¿Para qué observar a los demás si sólo son personas que probablemente no vuelvas a ver en la vida? Pero mi intuición me decía que había algo que ver ese día, a esa hora y en ese vagón del metro. Pronto descubriría que mi espera había terminado...

Citas para recordar

"La lógica te llevará de A a B. La imaginación te llevará a todas partes"
Albert Einstein (1879-1955)

Cuán bella...

La vida vuela, como el ave en el cielo. Al fin y al cabo, ¿para qué la vida? Solamente es el aroma de tu comida favorita que nunca llegarás a saborear. Qué desperdicio, ¿no? Para eso nos sirve, para nunca llegar a lo que queremos, para nunca recibir nada bueno. ¿Por qué seguimos aquí, entonces? Dios mío, qué confusión. Adoraba ser niña. No existía la preocupación, ni la presión, ni el huracán de sentimientos... Nada. Tan simple como vivir.
Tumbarse en el césped. Sí, ese césped tan sucio, lleno de bichos y asquerosidades. Incluso el césped daba igual. Ahora es difícil decidirse si queremos siquiera sentarnos en él. Pues continúo. Tumbarse en el césped, el verde césped de nuestro jardín (o cualquier otro). Observar el cielo infestado de nubes esponjosas repletas de vida. Se mueven, se desplazan por el mundo. O eso pensamos por lo menos. A medida que las miramos fijamente, cambian de forma. Nuestra imaginación invade toda realidad y crea. ¡Exacto! Crea... Algo nuevo, por no llamarlo vida. Una flor, una cara, una silla... ¡Sí! Cualquier cosa pasa por nuestra mente y nos hace sentir grandiosos. Nuestra sonrisa se alza y atrae a todo aquel que se encuentre cerca.
Y ahí es cuando pensamos que la vida... Es bella.

Adicción

Los días pasaban y la situación empeoraba cada vez más. Freddie estaba desesperado, lo necesitaba, era lo único que lo hacía revivir, sentirse él mismo. Se sentó en su cama, con la espalda pegada a la pared, flexionando las rodillas y colocando la cabeza sobre ellas. Estaba tembloroso, ansioso, nervioso. Lo había consumido por dentro, ya no existía. Aún que lo pareciese por fuera, ya no era él.
Sonó el teléfono.
—Hola, ¿tienes algo?
—Freddie, ¿de qué hablas?
—Ah... lo siento, mamá. No sabía que eras tú. ¿Qué ocurre?
—Hijo, estaré dos días fuera de casa, encargo de la empresa. Tendré mucho trabajo así que no creo que pueda comunicarme contigo antes de que vuelva.
—Pero, mamá...
—Te he dejado una nota en la nevera, dinero y comida, ¿vale? Tengo que dejarte, ¡hasta el lunes!
Fin de la llamada. Freddie tira el teléfono sobre la cama, se oyen pitidos a lo lejos. Largo silencio.
—Mañana... Un mes desde que... ¡Joder!
Golpe contra la pared. Coge el teléfono y teclea un número. Llamando... Alguien coge la llamada, y antes de poder responder...
—Tío, dime que sabes algo, por favor.
—Lo siento, no sé nada, Freddie, si es que eres tú. Mira... esta vida que llevas no está hecha para ti. ¿Por qué no te vas de esta mierda, tío? Nada te retiene aquí.
—Me retiene algo, sí. Algo que... necesito para vivir. No consigo volver a ser yo, tanto tiempo sin sentir esa euforia. Lo necesito. Por favor.
—Freddie, el tiempo pasa, el tiempo cura. Irte de aquí es lo mejor que puedes hacer. No puedes pretender quedarte aquí atrapado, sólo pensando en eso, en lo mismo todo el tiempo. ¡Vas a acabar por destruirte a ti mismo!
—Lo sé, ¡LO SÉ! Pero es que... echo de menos lo que me hacía sentir. Sólo ella lo conseguía.

Qué vida

Caminaba siguiendo las líneas divisorias de los dos bandos de la carretera. La derecha y la izquierda. Miraba hacia el suelo e intentaba saltar de una a otra sin caerme. Os preguntaréis qué hacía yo ahí. Creo que esto os librará de dudas: eran las cuatro en punto de la madrugada. Apenas pasaban coches y estaba sola y un tanto aburrida. De hecho, me entretenía bastante. Suena absurdo, pero así era. Si no... ¿Qué podría hacer? ¿Pillar porros? Aquel día no me apetecía y además, ya era algo tarde y estaba alejada del centro. Llevaba desde las dos caminando sin cesar. Es lo que solía hacer las noches largas y en las que no había nada mejor que hacer.
—¡Eh, tú!
Me paré. No me atreví a girarme. Mi vista estaba fija al suelo.
—Sí, sí, tú. ¡La morena, la morena!
—¿Quién eres?
Pregunté, ya que según lo que respondiese echaría a correr o no. Y lo más seguro es que echara a correr, ya que no habían más morenas a aquellas horas de la noche.
—Pues... digamos que un chico que se aburre mucho y que no tiene nada mejor que hacer que llamar la atención de la gente. ¿Te parece una buena definición de mi persona?
—No lo sé. No te conozco.
Todavía no había visto su cara. Oí unos pasos acercándose.
—Ni yo a ti. Pero... siento que tienes miedo. ¿Miento?
—No, no mientes.
Reconocí. Me sentí mejor al decirlo. Los pasos cesaron.
—¿No te vas a girar nunca?
—Depende de ti.
Posó su mano sobre mi cabeza y la hizo girar hacia él.
—Hola, desconocida. ¿Cómo te llamas si se puede saber?
Miré hacia sus ojos. Todo estaba oscuro, pero no lo suficiente. Pude observar como sus pupilas se agrandaban y aparté la vista de nuevo hacia el suelo. Él no apartó la mirada de mí ni un momento.
—Lo siento, no te lo diré.
—¡No me digas eso! ¿Qué tal con Marisa?
—No, lo siento.
Sonreí y le miré por un momento. Seguía mirándome. Por un momento pensé que estaría examinándome y sacando defectos a mi rostro, apenas visible.
—¿Ni una pista?
Tras vacilar un momento le respondí.
—No, lo siento.
—Hmm, ¿qué tal si te llamo "X"? ¿Te parece bien?
—Por qué no. ¿Y "X" de qué?
Eso hizo que se parase a pensar.
—Pues... de extraña.
Comencé a reírme.
—Extraña comienza por "e". No sé si lo sabes.
—Sí, lo sé. Pero me pareces una chica extraña. O más bien... especial.
—Ya. Pero no es mi culpa, ¿sabes?
— Tranquila. Me gusta la gente especial. Son personas poco comunes en el planeta Tierra.
—¿Me estás llamando bicho raro?
—¿Y qué si lo eres? Sigues siendo una persona. Una más del montón, pero eso sí, única.
No dijimos nada. Nos miramos los dos a la vez y nos reímos, y mucho.
—Vale, entonces seré "X". ¿Tú qué serás?
—Mi nombre es...
—¡No! No me lo digas. No quiero saber tu nombre. No me interesa. Somos dos personas iguales. Merecemos el mismo trato. ¿Qué serás?
Él me sonrió. Por primera vez miró hacia otro lado mientras pensaba.
—Seré "S".
Volvió a dirigir sus ojos hacia los míos.
—A ver, ¿"Ese" de qué?
—De...
—¿Especial? También comienza por "e".
—Ya, ya. Extraña y Especial comienzan por "e". Por eso, ambos seremos "E" y separados seremos "X" y "S". ¿Te parece bien?
No sé de donde había sacado tanta imaginación este chico.
—Me parece fenomenal. Eses serán nuestros nombres. Para siempre.
—Nada es para siempre. Deberías saberlo.
—Oh, y lo sé. Pero está bien pensar que hay algo que sí...
—A ver, dime qué.
—Números.
—¿Números? Los números no son nada. Sólo signos.
Eso me hizo pensar. ¿De verdad no había otra cosa más que perdurase por siempre?
—El Amor. ¿Dura para siempre?
—Hay diferentes Amores.
—¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué sólo existe un término para todo?
—Porque la persona que inventó la palabra no pensaba lo suficiente.
Todavía seguíamos en la carretera. Habían pasado unos pocos coches, pero no nos dio importancia. De hecho, ni nos habíamos dado cuenta de que la gran mayoría nos habían pitado y gritado.
—¿Crees que deberíamos inventar nosotros términos para cada tipo de Amor?
—Quizás. Pero no siempre podemos conseguir lo que nos proponemos. No creo que se extendieran.
—¿Y qué? Será nuestra teoría del Amor.
Nos observamos fijamente y vibró mi móvil. Me sobresalté un poco y S se rió silenciosamente. Eran ya las cinco menos cuarto. Apenas habíamos hablado, pero entre las miradas y los largos silencios el tiempo pasó volando.
—Son las cinco menos cuarto.
—¿Tienes que irte?
—Depende de ti, S.
—Me enorgullece que digas eso. Pero no, no depende de mí. Para nada.
—Para mí sí.
—¿Quieres marcharte?
—No. No quiero irme.
Volví a mirarle de nuevo. Cada mirada semejaba la primera. Esa magia todavía se sostenía, fuerte. Aparté la mirada tímidamente y comenzamos a caminar en silencio. Se oían nuestros pasos como eco en habitaciones vacías. Él se paró.
—¿Qué me dices al final? ¿Deseas crear una palabra para cada Amor?
Dejé de caminar y me giré hacia él.
—Me encantaría. Aunque no será fácil.
—Tampoco será difícil.
Esos ojos me volvían loca. Ahora mismo lo único que deseaba era sentirle lo más cerca posible. Quería besarle como nunca a nadie, pero tenía miedo de que la magia se marchitara. El tiempo se hacía interminable. Se acercó sin apartar la mirada ni un momento. Es cómico. Todo esto me recordaba a las películas románticas. La escena marchaba a cámara lenta y todo era un cuento de hadas. Siempre había pensado que era una pura irrealidad hasta ese día.
Sus manos alcanzaron mis mejillas y sus labios estaban a milímetros de los míos. Era una de esas veces en las que sentías una pasión cercana pero a la vez lejana. Deseabas con todas tus fuerzas que llegase, pero no podías hacer nada para acelerar el tiempo. Te sentías bloqueada y esperabas con ansia. Aspiré el aire exageradamente. Sus manos sostenían mi rostro y sus dos pulgares me acariciaban lentamente. Cerré los ojos e intenté no pensar en nada. No pude evitar notarle aún más cerca y los abrí.
—No. Por favor.
Abrió los ojos y apartó sus manos.
—¿Qué...?
—No quiero que me beses. Tal vez si me besas seré la chica más feliz del mundo, o puede que no. Será un beso como cualquiera, y mañana cuando me despierte me sentiré igual de vacía por dentro. Siento que necesito algo, pero nunca llego hasta ello y eso me pone enferma. Cuando creo que lo he encontrado, desaparece inexplicablemente. No quiero sufrir pensando que tras este beso no habrá nada más. He bebido, y tú también. Puede que ni si quiera recordemos todo esto mañana.
Me sentía una mierda. Me había enfadado conmigo misma por pensar que no merecía nada y las pagué con S. Sentía ansiedad dentro de mí; fue cuando me di cuenta que le estaba observando con desprecio. Estaba respirando fuertemente. Intenté tranquilizarme. A S todavía no se le había borrado la cara de disgusto. Se produjo un silencio, el silencio más incómodo de mi vida. No sabía ni qué decir. Se acercó a mí, me miró y curvó la comisura de sus labios.
—Lo recordaré. Lo recordaré todos los días de mi puta vida, X. No esperes que tu vida sea perfecta, pues no lo será nunca. Y sí, puede que no recordemos esto mañana. Pero tengo por hecho, que siempre quedará algo. Tal vez en el desván, tal vez en el fondo del armario. Puede ser un error, o lo mejor que nos haya podido pasar. Pero... ¿sabes qué? Que quiero correr ese puto riesgo, X. Ya me la suda todo. ¡A la mierda el pasado!
Le miré a los ojos, impresionada por dentro. Sentí una cálida brisa nocturna que alivió mi piel ya de gallina. Cerré los ojos; le sentí cerca, muy cerca. Su respiración acariciaba mi piel, que percibía un cosquilleo agradable.

Pídolle...

Pídolle ao sol que saia á luz todos os días. Pídolle ás flores que abran un día antes. Pídolle á choiva que se presente abraiante tras longos días de sequía. Pídolle aos paxaros que me indiquen o camiño da liberdade. Pídolle aos prados que sexan interminables. Pídolle á música novas melodías. Pídolle ao ceo infinito que vista de azul. Pídolle á lúa a súa petrante mirada. Pídolle ás árbores que me protexan coa súa verde ramaxe. Pídolles ás nubes que saiban tan doces coma o mel. Pídolle á xente a súa imperfección máis perfecta. Pídolle ao mar que me relaxe co seu peculiar son. Pídolle ao vento que sopre suavemente sobre a miña pel fráxil. Pídolles aos sorrisos que deixen a súa timidez fuxir.
Pídoche, meu corazón, amala máis cada día.

Locuras

—Vale. He de reconocer que no me gusta mentir, ni ser mentida. Tampoco me gusta la gente que dice no puedo, ni aquella que saca defectos a todo lo que ve. Cuando estás bien calentita en la cama y es la hora de levantarse; sentir como el frío se apodera de tu cuerpo. O cuando, por ejemplo, acabas tu trocito de tarta y te quedas con ganas de más. Y también, oh sí; cómo odio yo la ignorancia, pero aún más, la hipocresía. Sí, aquella que reina en los pensamientos de la gente. Pero es que aún hay más. Soñar algo increíble y sentir que en un momento dado despertarás. Sentir frío y soledad; o sentirte una mierda y no tener ganas de nada. Y aún que parezca extraño, odio ser el centro de atención, aún que también odio sentirme invisible. ¿Y qué hay de la frustración? Esa sensación tan incómoda de la que no consigues escapar.
Aún que... eso sí. Yo me considero una persona con cualidades muy extrañas. Es como cuando llueve tras meses de sequía. Alegra y entristece al mismo tiempo. Así soy yo. En un día puedo llegar a sentir términos opuestos. De hecho, casi siempre me sucede. Ahora pensarás: "oh dios, ¿de dónde saca tanta porquería junta?" Reconozco que pienso, y demasiado; pero no pienso en lo que los demás, sino en cosas totalmente diferentes. Soy la lluvia esperada o incluso rechazada por muchos. Estoy, no estoy... Desaparezco, me evaporo y me escondo en mis pensamientos. De hecho, soy de las que escuchan, aún que ahora mismo no lo semeje.
Yo no sigo las modas, qué va. Visto como a mí me gusta, escucho mi querida música, no sigo a ningún equipo de fútbol —no, ni del Barça ni del Real Madrid— y no me van los líos de una noche. Soy lo opuesto a lo actual. Me decanto por los sueños y los pequeños detalles, aquellos que hacen de mí lo que soy. Busco una vida llena de locuras, no quiero ser una estrecha. Sueño con un hombre perfecto que me llame a las cinco de la madrugada para sólo decirme te quiero, que me ofrezca su chaqueta cuando haga frío, que cuide de mí cuando esté enferma, que en el momento menos esperado aparezca con un ramo de flores... Deseo un amor perfecto, un amor de película. Aún que... ¿sabes qué? En realidad no me importa que no sea así, ya sabes, de película. Lo que quiero de verdad es sentir esa sensación de felicidad durante unos instantes. Como... esos escalofríos —no fríos, sino cálidos y agradables— que transcurren por la piel haciéndola de gallina. Esa adrenalina que te envuelve en la locura y te dice: haz mil y una locuras. No pienses, solamente vive. Y pienso que hasta aquí he llegado. Que ahora mismo todo transcurre a cámara lenta y que, es increíble. Sí, tal cual te lo cuento. Y después de todo, las dudas pasan por mi cabeza: ¿para éso hemos sido creados? ¿Para ser felices con ilusiones que acaban siendo falsas? Si sólo consiguen que nuestras mentes acaben por los suelos, que se vuelvan locas e irracionales...

—¿Y qué si somos imperfectos? De eso mismo trata la vida. Los pequeños o grandes errores nos conducen hacia la verdadera vida, de la que aprendemos y acabamos aceptando todo lo negativo que viene con ella. Nuestra mente no puede consentir que nos adaptemos a la vida real, desea jugar con nosotros manejándonos a su antojo. Qué cruel, ¿no te parece? Yo ya perdí mi fuerza de voluntad y me dejo llevar por lo que me mantiene vivo. Ya no me importa una mierda la gente. ¿Y sabes qué? A quien me mire mal le escupiré en sus zapatos —se ríe a carcajadas—. Oh sí, eso haré. Y todos se cagarán en su putísima madre.

—Has perdido el juicio...

—¡Oh, pequeña mía! ¡Decantémonos por esos pequeños detalles que nos hacen lo que somos! ¡Seamos felices besándonos bajo la intensa lluvia de invierno, abrazaditos para no pasar frío! ¡Venga, joder! ¿A qué esperamos? ¡¿Eh?! —se acerca a su oído para susurrarle— ¿Por qué no vamos a un gran prado y recogemos las flores más bonitas que encontremos? ¿O por qué no vamos por ahí dando saltitos engañándonos a nosotros mismos de que somos felices?

—Yo no he dicho nada de que...

—¿Entonces qué coño quisiste decir? Ah... ya sé que es lo que quieres —cogió su mochila y de éste sacó una pequeña bolsa de plástico con una sustancia blanca—. Ésto querías, ¿no? Sintámonos falsamente felices durante unas horas, venga. Éso es lo que toda la puta gente quiere, ¿no lo sabías todavía? Ésa es la verdad de la vida. Droguémonos y sintámonos esta noche como nunca antes, pequeña.

El olvido

"En realidad nunca le he querido de verdad. Fue una relación estúpida, sin significado." Así es como acaba. Con rencores y sin pensar. De pronto todas aquellas memorias desaparecen de tu vida como si nunca hubieran existido. Los sentimientos se desvanecieron al instante tras haber derramado unas lágrimas. Aún así, te haces la fuerte y nunca admites que en cuanto oyes o ves algo relacionado con él tu alma siente un puñal que te dice que todavía le quieres. Un día en un centro comercial. Ves la misma camiseta que se puso ese viernes y tu corazón se acelera. Buscas nerviosa su cara y resulta que no es él. ¿Por qué me ocurre ésto si ya lo olvidé?


Desaparición de cariño hacia una persona.


"A ver, reconoce que has llorado por él. Es imposible que no lo hayas hecho, no eres lo suficientemente fuerte." Tú siempre dirás que no, que él no fue nada para ti. ¿Sabes qué más harás? No dejarás de insultarle y de sacarle los defectos que nunca habías pensado hasta que dejaste de "quererle".
Y tras tanto tiempo de ira te acostarás sobre la verde hierba, mirarás hacia el cielo y te dirás a ti misma durante un susurro: "le quiero".

Palabras

—¡Joder, Cassie! ¿Por qué siempre tengo que sufrir yo?
—¡Greta, ¿qué coño haces? Te vas a hacer daño!
Había apretado tan fuertemente nuestro colgante que se había hecho un corte en la palma de la mano. Simbolizaba lo que sentíamos la una por la otra, todos los días que habíamos dejado atrás juntas, cada eterno atardecer que veíamos marchar. Cada una llevaba la mitad de la otra y así cuando nos volviéramos a encontrar se unirían y tendrían una función racional. En el caso opuesto, lo único que nos quedaba por hacer era perder nuestra cabeza echándonos en falta. Aunque fuese sólo un instante, las lágrimas escapaban de nuestras miradas y caían frágilmente por nuestras mejillas.
Hacía ya dos meses que había encontrado mi camino con ella, y ya la amaba más que a nadie. Más que a mí misma. Tal vez todo ésto fuese simplemente una travesía desde la adolescencia hasta la verdadera madurez. Sí, la quería, pero mi interior pensaba que probablemente nada fuese real.
Me escapé de mis raíces, no podían aceptar que fuese "diferente" y que no siguiese los pasos de mi hermana mayor. De hecho, todavía pensaba en ellos cada noche antes de acostarme. Sus caras cada vez se recordaban más borrosas. ¿De verdad había olvidado parte de mi vida? De todos modos, ya no podía salir de este gran agujero. Era la metáfora de Alicia, hasta que no acabase mi sueño no podría despertar de él.
Poco a poco la sangre rojo vivo se desplazaba por su mano. Greta siempre decía que sangrar era sinónimo de dolor. Pero no cualquier dolor, sino el dolor del corazón.
—Yo te quiero... pero tú a mí no. Sé que todo ésto es una mentira, es una simple ilusión. Tú en realidad nunca me has querido.
—Suelta el colgante y deja que mire tu mano. Estás sangrando mucho.
—Es porque te doy lástima, ¿no? Lo suponía... Sólo soy una asquerosa adolescente que no tiene ni donde dormir —no paraba de merodear de un lado a otro mientras vacilaba, desesperada. Comencé a perder los estribos.
—¿Entonces por qué crees que estoy aquí contigo? He renunciado a todo por ti. ¿Así que ahora me das pena? ¿De verdad opinas eso?
—Pues puede que sí. No soporto que la gente me haga daño. A lo largo de mi vida siempre lo han hecho. Y me he cansado. Sólo quiero que alguien me demuestre que me aprecia.
—Greta, yo te quiero. Te quiero demasiado como para dejarte ahora. ¿Y sabes qué? No me arrepiento de nada. Yo no miro atrás, ninguna lo hace. No hace falta que nadie te diga que te aprecia, porque deberías saberlo. Tal vez nunca lleguemos a ser ricas, ni a tener un trabajo honrado, ni a tener una gran familia, ni estar juntas para siempre... Pero sí que seremos felices. Mientras esté contigo seré feliz, ¿vale? ¿Te queda claro ya, mi vida? —durante todas mis palabras no dejó de mirarme fijamente sin apenas pestañear. Era la primera vez que le había dicho un "te quiero" a la cara. Se acercó a mí y me acogió entre sus brazos, posando mi cabeza sobre su hombro izquierdo y acariciando mi pelo.
—Sí. Te quiero, Cassie —dijo mientras miraba el colgante todavía en su mano.
Tras pocos días ya ni recuerdo por qué pasó todo aquello. Aún así, nunca olvidaré aquel día; aquel día en el que para demostrar amor hacia alguien usé aquellas dos palabras que tanto me costaba decir. Aquellas que cambiaron mi vida. Aquellas que me condujeron a mi destino: la felicidad.

Aún no ha llegado el momento de seguir

—Sé que aún le quieres... pero te ha dejado atrás, como deberías estar haciendo tú ahora mismo. —mi rostro se mostraba pálido, frío y sin expresión. Observaba como la gente caminaba a través del escaparate del Original Mac's. Se cruzaban sin tan siquiera mirarse las caras, pensando en la mierda de vida que llevaban encima, intentando llegar a su destino fuese tarde o temprano— ¿Amber?
—No sé de qué me hablas... —solté una carcajada seca y sin vida, tratando de disimular el dolor que sentía en mi pecho.
—Lo sabes perfectamente. De George —todos los países se unían en un paso de peatones. La mayoría con prisa, tanto para ver a sus seres queridos como para escapar de ellos. De vez en cuando, alguno entraba y pedía el menú del día. Mientras, Margarette me miraba intentando dar a entender que me tocaba responder, yo les observaba y determinaba si eran felices según como vestían.
—No sé quien es ese hijo de puta... —dije antes de darme cuenta de que ya estaba llorando de nuevo.
—¿Ves? Siempre que te veo estás así. Ya no sonríes... ya no... ya no muestras fuerzas, sólo las necesarias para derramar una lágrima tras otra. Tienes que olvidarlo, es por tu...
—No —la interrumpí con un tono demasiado elevado. Todo el mundo de mi alrededor me observaba, inquietados.
—Por favor, Amber, no empieces...
—No. Sí, sé lo que me ha hecho... y sé que es porque no está preparado para estar a mi lado, por eso no me importa esperar. Le esperaré hasta que envejezca si hace falta. He visto mi destino —la gran mayoría, no lo eran.
—¿Qué coño me estás contando? —preguntó Margarette gritando tras haber perdido la paciencia.
—Y he visto que mi destino... —la ignoré— ...es él, y nadie más que él. 


Diario de una suicida

Ni el más dulce de los besos podrá contener mi ira. Porque ya he llegado al final, ya no quedan más páginas por leer. No más capítulos. Sólo queda por leer la última palabra: FIN. Pero antes de cerrar el libro de mi vida, debo hacerlo.
Te fuiste... dejándome allí, tirada, sola, con la vista perdida en tu ida. Observándote hasta desaparecer tu figura en la penumbra. Desde entonces, ¿crees que mi corazón aún late?, ¿crees que vivo?, ¿crees que doy contenido mis lágrimas al oír tu nombre? Lo siento, pero no hay más opciones. Porque cuando dije "ahora tú eres mi vida", no mentía. Si te fuiste de mi vida, quiere decir que mi vida se ha ido contigo. Ya no tiene sentido comenzar a llorar... puesto que ya se me secaron las lágrimas, ya no puedo llorar más.
Ya estoy a un segundo de mi fin, observando todo mi alrededor. Será lo último que veré, al menos de la realidad. Porque cuando caiga al vacío y cierre mis ojos, la última imagen que quedará en frente mía será la de tu rostro, mirándome y sonriéndome, diciendo aquellas dos palabras que tanto me gustan oír de ti: Te quiero.

No es pesimismo, sino realidad

Dedicamos la vida a crecer, a hacernos personas, a conseguir que nuestros sueños se cumplan, a llegar a ser lo que siempre quisimos, a formar una familia, a corresponder con una persona. Volvamos un poco más atrás. A nuestra juventud. Con el paso del tiempo han ido cambiando las modas, los hábitos, las locuras, los tipos de relación... Todos pensamos en un momento: "no sé qué podría cambiar desde este día al futuro". Nadie del pasado podría imaginar lo que vivimos actualmente. Nadie. Ya no tienes que ir al único bar de tu pueblo para llamar a alguien porque solo hay un teléfono en el pueblo, ni tampoco esperar al matrimonio para perder la virginidad, ni tener que creer en la religión de tu país, ni jugar a las muñecas hasta los quince años, ni despreocuparte de tu físico.

Todo ha cambiado, seguirá cambiando. Y todo para que al final nada sea como habíamos imaginado, como siempre habíamos deseado.
De pequeños decíamos: "de mayor seré astronauta, y también peluquera...". ¿Y ahora qué nos queda? Solamente aquellos recuerdos de una anterior infancia, aquella que nos empujó hacia lo que somos ahora.

Recuerdos que duelen


¡Qué estupidez! todavía recuerdo esas velas. Cada vez que sentía su aroma mi mente recordaba tu nombre. Lo sé, no eran unas de clase, ni de las más caras, ni exclusivas; eran velas, solo unas velas que podías encontrar en todas partes.
Para mí lo eran todo. Te acercabas a mí en el momento menos esperado acariciando tus labios con los míos, te asomabas a la ventana y encendías con tu mechero favorito dos. Pasaba la noche; hablábamos de nuestras vidas, nos reíamos, nos sentíamos. Aquellas dos velas se iban reduciendo a casi nada, hasta que poco a poco ambas se unían en una sola. Tú decías: Mira, allí estamos. Hechos uno.
Yo sonreía, puesto que era mi única reacción. No es que deseara hacerlo, era algo inevitable al ver tu rostro tan tierno y dulce.
Míranos ahora, Dave. Ya hemos crecido. Cada uno ha seguido su camino tal como deseaba. Yo he terminado mi carrera de Bellas Artes y tú sigues ayudando a la gente a tu manera tan especial. Sí, si volviese a verte, me volvería loca. Sin dudarlo volvería a besarte como cuando éramos jóvenes, pero es que no puedo. He dejado de ser fuerte, y todo ha sido por ti. He tardado cuatro años, siete meses, dos semanas y quince días en superarlo.
¿Sabes? No sé ni porqué escribo esta carta. Por favor, no intentes contactar conmigo. Tampoco respondas a esta carta, te lo ruego.
Te quiero y te querré siempre.

Cosas no importantes a las que hay que darle importancia

Lo sé, sé que no soy nadie sobre este planeta pero... por primera vez en mucho tiempo he sentido que sí. ¿Por qué con tan sólo una mirada de un desconocido pueden surgir tantos pensamientos y sentimientos perdidos? De pronto sin darme cuenta sentí lo que tanto añoraba. Sentí aprecio, sentí deseo, sentí aún más vergüenza y sentí gratos recuerdos que se habían escondido en el trastero de mi cabeza.



Supe que no volvería a ver una mirada así observándome en cada momento; disimulada, dulce, atrevida, dudosa. Por un momento sentí que quería a esa persona sin tan siquiera haberle dirigido ni una palabra. La dejé marchar. Aunque, tal vez el destino...

Pensamientos

Y hoy osé a pensar en la suerte de haber nacido fuerte. Sin miedo a enfrentarme a casi nada. Decidiendo los pasos que tomaré en mi vida día a día. Escuchando a nosotros, las personas. Tuve la suerte de no llegar a sufrir la muerte de alguien cercano; o puede que sólo sea el destino quien me desvíe de la tristeza, aunque no siempre llegue a conseguirlo.
Hoy pienso en que debería sonreír en cada momento, mi vida podría ser peor, pienso. También pienso que todos necesitamos algo que nos haga sentir vacíos de vez en cuando, que nos haga sentir como se sienten otras personas más frecuentemente.
Qué estúpidez, yo escribo y la gente crea interrogantes sobre el significado de mis textos. No pretendo que los entendáis, ni que me compadezcáis de ningún modo. Solamente deseo expresar lo que no cuento a nadie ni haría en mi vida. Siempre mejor a un desconocido que a nadie, ¿no?
Ahora me pregunto: entonces, ¿soy feliz? Y respondo: claro que no; en lo que a mí respecta, nadie que lo admita lo es.

Indeseable

Lo único que hice fue jugar con fuego, quemarme y sentirme inútil. Conté hasta tres y presencié a lo lejos una muerte en el mundo. Y ahora es cuando me arrepiento, cuando llegué a saber que en ese mismo instante alguien derrochada sus lágrimas por alguien a quien amaba. ¿Y yo mientras qué? Reírme de ellos de forma indirecta, sin tan siquiera darme cuenta.
"Ya no queda nada más por lo que luchar", susurra en un hilo de voz un emisor anónimo. Caen las lágrimas, son arrastradas hacia abajo por la tristeza y por el sentimiento de vacío. "No pudimos hacer nada más, lo siento", aclaran mientras la persona dice en su interior que mienten, que todo es mentira y que nadie se ha ido en este día de hoy.
Diez años después, intentas amontonar todas las fuerzas que te quedan todavía y te armas de valor para enfrentarte a la realidad. Caminas sin prisa hasta llegar a leer su nombre y sus dos días.
"¿Y ahora que me queda a mí?" piensa el ser humano, recordando absolutamente todo lo que hacía que esa persona fuera suya y le perteneciera.
Lo único que hizo fue ser alguien imperfecto. Y sólo la imperfección puede llegar a ser perfecta.

Siempre te recordaré

Porque no quiero que me recuerdes así, quiero que me recuerdes fuerte y optimista. Por eso debo irme.
Yo no deseo recordarte así. Quiero recordar el contorno de tus labios, tus susurros en el silencio, tu sonrisa, esa mirada sólo tuya, tu cuerpo atrapado en el mío. Sólo quiero recordarte a ti. Y es lo que haré. Recordaré cada minuto junto a ti, cada instante escondidos entre las sábanas, la ropa con tu olor, mi camisa sobre tu cuerpo cada mañana.
La chica le cubre los ojos con su fular favorito. El viento sopla, hace frío. Aún así ellos ni se inmutan ante ello. Se pueden oír sus suspiros exagerados mientras el sol reaparece en las más altas colinas.
Te quiero, Josh Tomson.
Te quiero, Sarah Evans.
Cuenta hasta diez, ¿vale?
La joven hizo una gran pausa en silencio.
Recuérdame.
Le regaló su último beso, desenredó sus brazos de él y se alejó poco a poco. Cuando llegó al diez, ella junto a su vida ya se habían desvanecido.

Mariposas

Pues la vida se basa en creer, en tener esperanza, en sentir, en descubrir cosas que jamás vimos...
Yo creo que la vida se basa en mentiras y dolor.
¿Por qué crees eso?
Mi esperanza se desvaneció ya con cuatro años. Intenté luchar para recuperarla, pero al parecer ella no quiso volver a mí.
¿Qué ocurrió?
Bueno... ¿y por qué debería contártelo?
No sé. Pensé que tal vez querrías contarle tu vida a una desconocida. ¿Sabes? a veces es el mejor remedio para las penas.
¿Fumas?
Intenté no hacerlo, pero... ¿para qué intentar dejarlo si al fin y al cabo volveré a empezar de nuevo? Gracias.
Mi madre se fue pocos años después de nacer yo. Mi padre no supo afrontar los problemas de su vida teniendo que cuidarme a mí, y... bueno... cada día que pasaba nunca pudo llegar a ser mío...
Lo siento.
Tú no tienes por qué, lo único que sientes es lástima. No deberías intentar descubrir lo que sentí yo.
Continúa.
No tuve infancia, y ya a los doce años comencé a fumar y a beber. Era lo único que lograba hacer que escapara de la realidad, pero cada vez me transformaba más. ¿Cuando comenzaste a fumar?
Eso ya no importa. Oye, ¿tú... te has enamorado?
Desgraciadamente sí. Un amor no correspondido más. La amaba, pero ella a mí no.
Entiendo lo que dices. Yo quise irme con Iago muy lejos, y de hecho lo hicimos, pero no sirvió de nada. No logramos dejar a parte nuestro pasado y poco a poco consumimos todos nuestros cálidos recuerdos. Sólo espero encontrar a alguien, por eso conservo mi esperanza.
Ahá...
¿Hacemos una cosa?
Dime.
Vivamos este día como el último de todos. Sí, hagamos lo que siempre quisimos, sintamos lo que nunca sentimos, probemos nuevas experiencias. ¿Qué te parece? Vivamos como las mariposas, libres de todo durante un día.
Dudo que lo consigamos.
Lo deseas con toda tu alma, lo sé. Solamente quieres ser feliz, aunque sea sólo durante un instante. Además, luego nunca jamás me verás. Desapareceré de tu vida para siempre, y tú de la mía, ¿vale?
De acuerdo.
Vaya, la primera vez que veo parte de tu sonrisa, y qué bella.
¿Cómo te haces llamar?
Cómo me llamaron mis padres, querrás decir. Nayara... ¿tú?
Me llamaban Ed, de Edgar.
Edgar... qué dulce.

El miedo en persona

Estaba sentada en el tocador de mi cuarto, sin apartar la vista de mis ojos cansados y en trance. Todo estaba en silencio, sólo se oía mi respiración pronunciada y una voz casi inaudible en el piso de abajo.
¿Pero es que ... lo entiende? Me ... dijo ella. Sí, ... con sus palabras que ... hablado con ... Miedo, ¿... sabe qué? En persona.
¿Con quién hablaba Helen? No podía razonar lo que le estaba contando a la persona al otro lado del teléfono, puesto que estaba ausente y no prestaba atención. Ahora mismo era mi menor prioridad. Había enloquecido; había imaginado verle, sentirle y oírle... Estaba siendo castigada por Dios, aunque para mí ya no existiese. ¿De verdad me lo merecía?
La única razón que veía racional ahora mismo era haber dejado que mamá se fuera, dejándome sola en este mundo egoísta y feroz. Sólo tenía a Helen, pero ella ya me había abandonado cuando oyó mis palabras y lo primeró en lo que pensó fue en la palabra locura. Una vez más, decidí enfrentarme a la realidad.
Me elevé sin pensarlo y salí de mi cuarto. Mi rostro estaba perdido y sucio, hoy no me había preocupado en aparecer orgullosa de mí misma. Ya no lo estaba. Bajé por las interminables escaleras lenta y sigilosamente, no quería sobresaltar a Helen. Entonces la vi; estaba sentada firme en el sofá. Me acerqué a ella hasta estar a su lado y no dije nada. Preferí esperar a oír sus palabras llenas de cariño y verdad.
Hayley, ¿qué está ocurriendo? Hace pocos días eras tan feliz, y ahora todo se quedó en ésto.
¿Quedarse en qué? No te entiendo y era cierto. No lograba entender esa voz tan desolada y cansada. Helen no era así, siempre sonreía y mostraba lo mejor de ella.
Tú eres mi luz al final del túnel palmeó el lado libre del sofá para indicarme que me sentara junto a ella. Me acerqué hacia ella y me senté, me puse cómoda y posé mi cabeza contra su hombro. Ella respondió cálidamente acariciando mi pelo con sus dedos, lo sabes, ¿no?
Sí, lo sé respondí sin mirarla a los ojos. De hecho, no hacía falta. Ella me conocía desde que había nacido, conocíamos nuestras miradas y conocíamos si decíamos una verdad o una mentira.
Helen no era muy mayor. Tan sólo tenía diecinueve años; trabajaba aquí porque no tenía familia. La hospedamos y más tarde decidió que quería hacer algo para merecer vivir aquí. Más que una sirvienta, era una más de la familia; y para mí, era como una hermana o, simplemente, una gran amiga.
Sé que no estás loca, Hayley.
¿Tú también lo ves? respondí rápidamente esperando un sí. Por fin alguien entendería todo por lo que estaba pasando durante estos días.
¿Ver el qué? preguntó dando a entender incredulidad.
A él, ¿a quién si no?
Hayley, ¿es que no caes en la cuenta de que esa persona que crees que es el Miedo no existe? Tu mente te está mintiendo, te estás mintiendo a ti misma.
¡No! ¡Estás mintiendo tú, Helen! sabía que no era su intención hacerme ese daño, pero de ese modo lo hizo aún más fuerte.
Mi única amiga, la única familia que tenía me había abandonado como el resto. De pronto, Helen se levantó dejándome sola en la habitación. Mientras se iba, pensé en la metáfora de todo ésto. Imaginaba que la acción de marcharse del cuarto era marcharse de mi vida, y que estar sola aquí significaba estar sola para siempre. Sentí Miedo, y no pude evitarlo.
Vaya... otra vez me encuentro contigo de nuevo oí esa voz tan grave. Y como siempre, no lograba ver nada. Yo sola en la oscuridad, y ese individuo que había destrozado mi vida.
¿Tanto le gusta su oficio, señor destrozador de vidas? fui clara y breve, y esperando una respuesta por parte del Miedo, me senté en el suelo.
Tanta cortesía me sorprende, señorita Scofield. Llámame solamente... Miedo entonó mejor la palabra Miedo para asegurarse de que la oyera.
¿Cómo sabes mi apellido? pregunté sin mucha sorpresa.
Demasiadas preguntas, ¿no crees? Bueno, digamos que... estás en la lista negra del Miedo. No me olvido de tu nombre la voz grave se rió durante unos instantes. No hablé—. Espero que esto de verte cada día no se haga costumbre, tengo más casos por resolver.
Espero que no pero ¿sabes?, creo que puedes dejar de visitarme. Era más feliz entonces.
Te creería, pero es difícil hacerlo viendo ésto no me había dado cuenta hasta que me lo dijo. Una lágrima estaba cayendo por mi rostro.
No estoy llorando intenté aclarar en un hilo de voz—...
Yo creo que sí. Pero eso no importa, importa que no seas feliz noté como un tacto extraño secaba mi lágrima—. De hecho, tengo una pequeña solución.
No hay solución para esta tristeza infinita.
Cogió mis manos, las juntó y dejó algo sobre ellas. Deducí que era un pequeño jarrón por su forma al palparlo.
Ahí está depositada tu primera lágrima. Si en un cierto tiempo no se completa, querrá decir que tu Miedo ha desaparecido, por lo que desapareceré de tu vida para siempre. No volverás a verme parecía sincero aunque lo que había dicho fuese algo dudoso de creer.
¿Cómo sé que es cierto? ¿Y qué cierto tiempo es ése? ¿Y de qué va todo esto? ¿Y...?
Lo sabrás cuando llegue el momento, Hayley. Hasta entonces, lo único que queda es esperar.
Noté que esa extraña sensación se estaba extinguiendo poco a poco. Por fin, comencé a respirar relajadamente. Entonces fue cuando supe que él ya se había ido.

No te escondas

¿Y tú quién eres? Tú no lo sabes, yo tampoco. Lo único que ves tras la niebla es deseo de ser alguien, de ser querido, de ser aclamado. Y crees que de ese modo lo conseguirás, omitiendo tu persona del resto. Siento decepcionaros, pero las personas no cambian, ni tan siquiera permaneciendo tras una máscara.

Unfaithful

Y así se arregla todo, ¿no? Con un miserable lo siento.
Lo siento, Marisa, ¡lo siento! ¿No te llega con éso?
No, George, no me vale. Creo que todavía no entiendes el significado de lo que es querer, o sentir.
Claro que lo sé.
Entonces, ¿por qué coño me haces ésto, George? ¿Es que me odias tanto como para querer hacer que sufra? ¿De verdad era cierto ese "eres mi vida" que me decías todas las mañanas al despertar a tu lado? ¿Para que ha servido todo ésto, entonces? ¿Sabes la respuesta? George no dijo nada, así que tuve que darle su querida respuesta—. Para tu propia diversión. ¿Qué soy para ti, George?
Todo... No sé cómo puedes dudarlo.
¿Y por eso te vas con una zorra a mis espaldas? No estoy ciega. Joder, George, yo te quiero más que a nada. Dejé todo por ti, y tú... ¿qué has hecho por mí?
Le estaba mirando a los ojos, pero él no tuvo la valentía para responder a mi mirada desolada y fallecida. Simplemente torció su cuerpo y se fue, dejando que el eco de sus pasos entrara en mis oídos. Entonces, me di cuenta de que si no fuera por él, yo no estaría aquí; que lo único que me hacía permanecer aquí era su vida; y que si él se iba, mi existencia aquí ya no tenía sentido alguno.

En su punto optimista y con una pizca de amor

¡Hoy estoy feliz! expulsó a través de sus labios ya sin poder aguantar más.
¿Y eso? preguntó Clara, con una agradable sonrisa pegada a su rostro.
Si te lo contara, te reirías...
¿Y por qué debería reírme? en aquel momento, Alicia pensó bien su respuesta. No estaba segura ni de qué decirle a aquella persona que tenía delante suya. Le agradó que hubiera tal confianza entre ellas, sin miedo a desvelar sus secretos.
No sé, supongo que porque soy muy graciosa... Clara soltó una carcajada tonta y estúpida.
Estoy segura de que eres muchas cosas, excepto estúpida respondió mientras atrapaba mechones del pelo de su compañera con los dedos.
Ojalá... pudiera contarte todo lo que quiero decirte.
Si tú quieres puedes hacerlo, pero no tienes por qué afirmó Clara sonriéndole una vez más. Las dos se encontraban acostadas sobre la verde hierba. Hacía sol, y una suave brisa acariciaba sus rostros desperfectos. Era el mismo valle donde se habían conocido el día anterior por casualidad; las dos adoraban aquel lugar, y durante toda una noche hablaron sobre ellas y sus vidas. Semejaba que se conocían desde hace muchos años; tantos minutos les habían servido para desvelar sus mayores secretos a una desconocida—. Cuando quieras puedes contarme lo que sea, ¿de acuerdo?
¿Sabes? cuestionó Alicia sin esperar respuesta por parte de Clara, cuando comenzó a observar las esponjosas nubes que atravesaban el alto mar sin pausa—. La perfección existe.
¿Ah, sí? Yo pensaba que nadie era perfecto.
Sí, pero yo sé la verdad. Sé de una única excepción sobre el planeta miró de forma burlesca a Clara. Una vez más, la invitó a su pequeño mundo de intriga e imaginación.
Sorpréndeme Alicia se acerco al oído de su cómplice y no dijo nada durante unos instantes.
Tú le susurró muy bajo. Cuando Clara pudo alcanzar los ojos de Alicia, los miró fijamente. Ésta le respondió con una leve y tímida sonrisa. Se acercaron una a la otra lentamente sin apartar su vista de otra cosa que no fuera ellas. Clara rozó sus labios con los de Alicia, y por fin, consiguió besarlos.

¿De verdad existe el amor?

Me duele pensar que hay gente ahí fuera que no sabe diferenciar el amor de otros sentimientos. Me consume por dentro pensar que esa gente seguirá así, equivocándose una y otra vez; ¿algún día caerán por fin en la realidad? Yo les advierto, pero aún así, no muestran importancia... Prefieren engañarse a sí mismos a rectificar y llegar a sentir.
Pero yo no cometeré ese error. No, no lo haré...

¿Ignorada o Ignorancia?

Hola. Me llamo Caroline. ¿Mi edad? Creo que por ahora no os incumbe cuantos años llevo sobre este estúpido planeta. ¿Que por qué soy tan pesimista? Pues muy simple, deberíais saberlo desde que dije ese soso "hola" con el que pretendía parecer la más feliz del mundo. Intento fallido, pero por lo que veo es fácil engañaros.
Bueno, por no dejaros como los estúpidos de la película os contaré el por qué de algunas de mis desgracias (para seros sincera, sólo os contaré una).
Un día normal de instituto (sí, aquel sitio que más que un instituto parece una cárcel; ¿por qué? pues porque no se puede fumar, tampoco se puede estar con tu novio (a no ser que estemos a tres metros de distancia), porque no puedes mandar a la mierda a tus profesores, porque es obligatorio hasta los dieciocho años, etc). Llegué yo, y allí estaban mis compañeras. Todas acurrucadas en una esquina como si el mundo fuese a comerlas de un bocado (que no muerde, chicas).
Hola les dije amablemente. ¿Y sabéis qué? Ni tan siquiera me respondieron. Siguieron hablando sobre sus cotilleos. Sobre quién les parecía el más "guapo" del instituto (ojalá). Ya sé que os parezco una ignorante y una imbécil (no me ando con rodeos con mi lenguaje), pero aunque no os lo creáis, también tengo sentimientos. Pero ellas nunca se daban cuenta. Era como si mi rostro fuese transparente a ellas; no se daban cuenta de la tristeza que sentía cada vez que hablaba hacia el aire (o mejor dicho hacia la pared).
Y... ¡vale, vale! He de reconocer que me hago mucho la dura con ésto de los sentimientos, pero soy un ser humano más, ¿no? También lloro o río cuando mi cuerpo lo necesita; o sangro cuando me hago una herida. Aunque nadie me pregunte si estoy bien, sigo viva.
Sonó el timbre, y empezamos a caminar hacia clase. Yo estaba en silencio, mientras que el resto hablaban entre sí. Como habitualmente, yo me quedaba atrás, porque siempre había alguien que me adelantaba o de algún modo me hacía retroceder. ¿De verdad era tan invisible que ni tan siquiera la persona me veía y se colocaba donde estaba yo? Algunas veces hasta me reía, me sentía una ingenua. ¿Cómo iba a ser invisible para el resto?
En fin, creo que con ésto os resumo un poco cómo es cada día de mi vida (y si supieseis el resto...).
Hablando y hablando, esperando a que alguien venga y me pregunte: oye tú, ¿por qué hablas siempre sola?

¿Por qué?

¿Por qué somos la única especie que se enfrenta? ¿Por qué las cosas que sentimos no son reales, sino que simples ilusiones? ¿Por qué complicamos tanto nuestra vida? ¿Por qué lloramos o reímos? ¿Por qué causamos tanto daño y nunca escarmentamos? ¿Por qué existimos entonces?
Porque sí, sería la respuesta más racional.

No hay título

Estoy caminando. Tropiezo; alzo la vista y allí estás tú. Entonces me pierdo en tus dos ojos tan penetrantes. Tú estás de cuclillas, observándome; se oyen carcajadas desvaneciéndose en el aire, pero ya no tiene importancia. Te pones en pie y me ofreces tu mano; yo la acepto. Frente a frente contigo; a punto de arriesgarme al beso, pero me contengo.
Qué estúpida; ahora estoy aquí, encerrada entre tus más queridas obsesiones...